sábado, 14 de septiembre de 2024

A propósito del Ministerio de Infraestructura

DE LUNES A LUNES

Hace poco más de un mes el Poder Ejecutivo remitió al Congreso de la República un proyecto de Ley para crear el nuevo ministerio de Infraestructura sobre la base de la fusión por absorción de la Autoridad Nacional de Infraestructura, del Organismo de Estudios y Diseño de Proyectos de Inversión, del Fondo Nacional de Desarrollo Pesquero; de cinco programas de alcance nacional: Agrorural, Pronis, Pronied, Saneamiento Urbano y Saneamiento Rural; de dos importantes proyectos especiales como Provías Nacional y Provías Descentralizado y del famoso Proyecto Especial Legado.

¿Cuál será el destino de los ministerios de Transportes y Comunicaciones, Producción, Vivienda y Construcción, Salud y Educación, que se quedan sin las joyas de la corona? ¿Se resignarán a administrar las infraestructuras que otro portafolio les transfiera una vez que las reciba sin observaciones? Esas son las primeras preguntas que fluyen de manera natural al revisar la iniciativa que se anunció durante el discurso presidencial de fiestas patrias.

Mientras las corrientes universales caminan hacia una mayor y mejor especialización en todos los sectores, en el país se pretende caminar en sentido inverso hacia una generalización que perjudica el desarrollo nacional, en la equivocada creencia de que ello puede contribuir a destrabar las obras públicas.

En el pasado ya tuvo el Perú un ministerio de Fomento y Obras Públicas que coincidentemente ocupó el edificio en Lima donde hasta hace algunos años estuvo el ministerio de Transportes y Comunicaciones antes de su mudanza a su actual sede, ubicada en Breña. Ese portafolio concentró la mayor parte de las inversiones y lo hizo de seguro que muy bien para su época. Pero el mundo avanza y la administración de los gobiernos se fue dividiendo por sectores de acuerdo a las diferentes actividades y disciplinas involucradas en ellas.

Se podrá argumentar que los expertos de cada ministerio serán trasladados al nuevo despacho conjuntamente con los organismos que se fusionan a él. Si ello fuese así, entonces ¿para qué se quedan los ministerios que pierden esos programas y proyectos? ¿Van a administrar esas infraestructuras sin los especialistas en cada materia? Tendrán que cerrarse para no constituirse en cinco nuevos elefantes blancos llenos de burócratas encargados de más papelería, de gestionar trámites y de complicar la vida a los ciudadanos.

Esa sola posibilidad es difícil de imaginar. No se puede ir a contrapelo de la historia. El futuro está en la diversidad y en la especialización. No en la uniformidad ni en la concentración. En el pasado se creía que centralizando operaciones se podía lograr un mayor control, una idea probablemente cierta. Pero el control no asegura un mejor desarrollo. El control concentrado en pocas manos tiene múltiples limitaciones naturales. La descentralización no solo es territorial sino fundamentalmente funcional. Las funciones se diversifican y cada vez profesionales más especializados se encargan de cuestiones cada vez más puntuales. El control en diversas manos tiene ilimitadas posibilidades de desarrollo.

Es verdad que la descentralización puede reportar mayores problemas de gestión pero eso se advierte básicamente a nivel regional o municipal en localidades apartadas de las metrópolis desde donde es más complicado reportar informes y avances. Pero a nivel nacional pensar que los ministerios deben concentrarse y unificarse en lugar de diversificarse y extenderse no es lo más idóneo.

Nadie propone que se creen nuevos ministerios. Es más podrían hasta fusionarse algunos. Pero centralizar toda la inversión pública en materia de infraestructura en uno solo no es una buena idea. Por más buenos operadores que se tenga. Para destrabar las obras no se necesita eso. Se necesita mejorar la gestión y apostar por los profesionales de cada sector, respetando y cumpliendo las decisiones que adoptan en lugar de perseguirlos y tratando de atraer en lugar de ahuyentar a los expertos para que se integren a la administración pública.

Ricardo Gandolfo Cortés

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