DE LUNES A LUNES
Hace poco más de un mes el Poder Ejecutivo remitió al
Congreso de la República un proyecto de Ley para crear el nuevo ministerio de
Infraestructura sobre la base de la fusión por absorción de la Autoridad
Nacional de Infraestructura, del Organismo de Estudios y Diseño de Proyectos de
Inversión, del Fondo Nacional de Desarrollo Pesquero; de cinco programas de
alcance nacional: Agrorural, Pronis, Pronied, Saneamiento Urbano y Saneamiento Rural;
de dos importantes proyectos especiales como Provías Nacional y Provías
Descentralizado y del famoso Proyecto Especial Legado.
¿Cuál será el destino de los ministerios de
Transportes y Comunicaciones, Producción, Vivienda y Construcción, Salud y Educación,
que se quedan sin las joyas de la corona? ¿Se resignarán a administrar las
infraestructuras que otro portafolio les transfiera una vez que las reciba sin
observaciones? Esas son las primeras preguntas que fluyen de manera natural al
revisar la iniciativa que se anunció durante el discurso presidencial de
fiestas patrias.
Mientras las corrientes universales caminan hacia una
mayor y mejor especialización en todos los sectores, en el país se pretende
caminar en sentido inverso hacia una generalización que perjudica el desarrollo
nacional, en la equivocada creencia de que ello puede contribuir a destrabar
las obras públicas.
En el pasado ya tuvo el Perú un ministerio de Fomento
y Obras Públicas que coincidentemente ocupó el edificio en Lima donde hasta hace
algunos años estuvo el ministerio de Transportes y Comunicaciones antes de su
mudanza a su actual sede, ubicada en Breña. Ese portafolio concentró la mayor
parte de las inversiones y lo hizo de seguro que muy bien para su época. Pero
el mundo avanza y la administración de los gobiernos se fue dividiendo por
sectores de acuerdo a las diferentes actividades y disciplinas involucradas en
ellas.
Se podrá argumentar que los expertos de cada
ministerio serán trasladados al nuevo despacho conjuntamente con los organismos
que se fusionan a él. Si ello fuese así, entonces ¿para qué se quedan los
ministerios que pierden esos programas y proyectos? ¿Van a administrar esas
infraestructuras sin los especialistas en cada materia? Tendrán que cerrarse
para no constituirse en cinco nuevos elefantes blancos llenos de burócratas
encargados de más papelería, de gestionar trámites y de complicar la vida a los
ciudadanos.
Esa sola posibilidad es difícil de imaginar. No se
puede ir a contrapelo de la historia. El futuro está en la diversidad y en la
especialización. No en la uniformidad ni en la concentración. En el pasado se
creía que centralizando operaciones se podía lograr un mayor control, una idea
probablemente cierta. Pero el control no asegura un mejor desarrollo. El control
concentrado en pocas manos tiene múltiples limitaciones naturales. La
descentralización no solo es territorial sino fundamentalmente funcional. Las
funciones se diversifican y cada vez profesionales más especializados se
encargan de cuestiones cada vez más puntuales. El control en diversas manos
tiene ilimitadas posibilidades de desarrollo.
Es verdad que la descentralización puede reportar
mayores problemas de gestión pero eso se advierte básicamente a nivel regional o
municipal en localidades apartadas de las metrópolis desde donde es más
complicado reportar informes y avances. Pero a nivel nacional pensar que los
ministerios deben concentrarse y unificarse en lugar de diversificarse y
extenderse no es lo más idóneo.
Nadie propone que se creen nuevos ministerios. Es más podrían hasta fusionarse algunos. Pero centralizar toda la inversión pública en materia de infraestructura en uno solo no es una buena idea. Por más buenos operadores que se tenga. Para destrabar las obras no se necesita eso. Se necesita mejorar la gestión y apostar por los profesionales de cada sector, respetando y cumpliendo las decisiones que adoptan en lugar de perseguirlos y tratando de atraer en lugar de ahuyentar a los expertos para que se integren a la administración pública.
Ricardo Gandolfo Cortés
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