DE LUNES A LUNES
La semana pasada se realizó en Lima el IX
Congreso Latinoamericano de Arbitraje organizado por el Instituto Peruano de
Arbitraje, que dirige Carlos Soto Coaguila, y el Capítulo Peruano del Club
Español de Arbitraje, patrocinado por Telefónica y auspiciado, entre otros, por
el Centro de Arbitragem e Mediacao de la Cámara de Comercio Brasil – Canadá
(CAM-CCBC), cuya subsecretaria general Caroline da Silva Costa hizo una
excelente presentación de la institución que representa el día miércoles 29 de
abril.
Previamente, el martes en horas de la mañana
se celebró el IV Congreso Nacional de Arbitraje en el que varios conferencistas
nacionales trataron sobre recusación y renuncia de árbitros, materias
arbitrales y competencia de los tribunales arbitrales y sobre dispute boards.
En el evento internacional destacó la
presencia de Bernardo Cremades quien tuvo una activa participación que cerró
con una intervención en el último panel dedicado al financiamiento de terceros
en el arbitraje, tema un tanto árido que sin embargo supo explotar de la mejor
manera comentando la película «La dama de oro» que había visto no hace mucho y
que relata la historia real de María Altmann, una mujer judía, que reclama
después de más de sesenta años las propiedades que ha heredado, que los nazis
confiscaron a su familia durante la Segunda Guerra Mundial y que finalmente
estaban en poder del gobierno de Austria, entre ellos, el más valioso, la
célebre obra de Gustav Klimt, «El retrato de Adele Bloch-Bauer I».
En esos afanes a María la patrocinaba un joven
abogado, Randy Schoenberg, un joven abogado que suplía su falta de experiencia
en estas lides con su ingenio y su ímpetu, con los que litigó con la Corte
Suprema de los Estados Unidos y frente a un tribunal arbitral austriaco que le terminó
dando la razón. Ello, no obstante, como carecía de recursos, la demandante se encontró
obligada a recurrir al financiamiento de un tercero que se permitió cuestionar
la presencia del hombre de derecho que recién se iniciaba en el ejercicio
profesional y exigía un defensor de más recorrido. La judía no aceptó esa
imposición y logró su cometido. Baste agregar como dato anecdótico que la obra,
que era el retrato de la tía con la que había vivido Altmann gran parte de su
vida, fue vendida en el 2006 a Ronald Lauder, propietario de la “Neue Galerie”
de Nueva York en 135 millones de dólares, lo que la convirtió en la segunda
pintura de mayor valor en el mundo.
Para Cremades quienes financian no se limitan,
como es obvio, a poner su dinero y esperar los resultados, pues como corren los
mismos riesgos que los litigantes cuyos gastos asumen, se sienten con idénticos
o superiores derechos para exigir ciertas condiciones. Al margen, claro, de la
necesidad de divulgar sus identidades para evitar, por ejemplo, que acaben peleando
con quien en otro proceso está financiando a la parte que tú estás defendiendo.
Aspiración –la de conocer a los financistas– que, empero, tiene sus
limitaciones, en los casos de empresas que cotizan en bolsa o de accionariado
difundido y variable, pero que busca concentrarse en aquellas personas que
tienen una cartera significativa capaz de influir o encontrarse afectadas por
los avatares de los procesos arbitrales que la firma asume.
EL EDITOR
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