Con
licencia para matar
Finalmente parece que el Poder Ejecutivo se
lanza a la aventura de enviar un nuevo proyecto de Ley de Contrataciones del
Estado al Congreso de la República. No es la decisión más feliz, sin duda.
Porque una nueva ley sólo se justifica, en cualquier caso, cuando se va a
cambiar virtualmente casi toda la anterior. Si se va a repetir su texto con
alguna que otra reforma, se debe proceder a la modificación. Es por lo demás,
lo correcto. Que las leyes vayan adaptándose a las exigencias de cada época,
que incorporen en sus textos lo que su aplicación práctica progresivamente va
aconsejando. Lo venimos diciendo desde esta esquina desde hace años. Y nos
satisface comprobar que se nos hizo caso en varias ocasiones y muy puntualmente
en el 2001 y en el 2004 cuando se emprendieron reformas significativas sin
desechar la ley. En el 2008 se pensó distinto y se promulgó el Decreto
Legislativo 1017, que hasta ahora rige, cierto que con variaciones importantes
pero sin cambiar de norma. Hoy se quiere volver a cambiar. ¿Hasta cuándo?
¿Cuándo vamos a demostrar como país cierta
madurez legislativa que permita que las normas se adapten a los cambios y a las
necesidades de cada momento? Felizmente el cambio que se viene no es traumático
como se temía, pero por eso mismo debería hacerse gradualmente, midiendo cada
modificación, probándolas, actuando con extremado celo y serenidad, sin dejarse
llevar por el afán de ponerle la firma a una ley propia. El asunto es muy
sensible y compromete la inversión pública en su conjunto, razón por la que ir
con cuidado es lo más recomendable. Siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario