El
vecino de Lima espera pacientemente el domingo para conducir su auto en pistas
mayormente despejadas y sin embotellamientos. Ni bien sale de su casa, sin
embargo, se encuentra con las calles bloqueadas y reservadas para maratonistas
que aparecen esporádicamente en grupos reducidos, para ciclistas eventuales y
corredores que buscan ponerse en forma con un solitario ejercicio semanal. La
ciudad amanece tomada por una cantidad inusual de policías de tránsito que ya quisiera
de lunes a viernes para ordenar el caótico tráfico que caracteriza a nuestra
metrópoli. La tarea del domingo es más simple: evitar que los conductores
despistados se infiltren en las vías destinadas a la práctica de diversos
deportes.
En
materia de infraestructura se confirma otro drama. Cada día crece el parque
automotor porque ingresan los vehículos nuevos y no salen los viejos porque
nadie quiere convertirse en el verdugo de sus dueños. En lugar de ampliarse las
pistas y crearse más carriles en las existentes, los municipios se han dedicado
a hacer todo lo contrario, a cerrar pistas, crear paseos para peatones en
franco proceso de desaparición y ciclovías que muy pocos utilizan así como a
reducir carriles. De paso, han entrado en una competencia de enajenados
destinada a eliminar estacionamientos y colocar en su lugar aunque sean plantas
ornamentales. ¿Cuál es el motivo? ¿Favorecer a las empresas que construyen
nuevas playas para parquear autos? No parece porque pese a los altos precios
que cobran, se llenan y no se dan abasto para satisfacer la demanda.
Agréguese
a todo ello el hecho de que diariamente circulan en Lima 182 mil taxis, un
número varias veces superior al de Buenos Aires, Santiago o Madrid, para compararlo
con otras capitales de importante densidad poblacional. Como la gran mayoría
son informales, todo el día están circulando, en lugar de esperar que sus
servicios sean requeridos para recién entonces salir de sus bases lo que
contribuiría a descongestionar el tráfico. Está probado que el 72 por ciento de
la congestión la producen los taxis.
Al
margen de regular el servicio de los taxis, está muy bien fomentar el deporte y
su práctica cotidiana. Hay que crear canchas y estadios. Hay que propiciar maratones
pero sin obstaculizar el tránsito, empleando un solo carril de las grandes
avenidas o vías rápidas. O mejor aún, de la Costa Verde que permite un largo
trecho continuo y sin interrupciones, con subidas y bajadas. Pero sin molestar
a los demás. Y sin forzar el desarrollo a contra corriente.
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