Según los estudios
de la Pontificia Universidad Católica y de la Contraloría General de la
República, los tribunales arbitrales ordenan a las entidades públicas pagar el
47% del monto total que se les reclama, un porcentaje que revela que sus
procuradores y abogados las defienden mejor de lo que se cree considerando
además que el Estado sólo demanda en el 5% de los casos. La razón no es que sus
contratistas sean unos angelitos: Lo que sucede es que las entidades públicas
tienen hasta cinco medidas que adoptan para ajustarles las clavijas al
proveedor incumplido sin tenerse que tomar la molestia de iniciarles un
arbitraje. Primero les dejan de pagar, después les aplican las penalidades
pactadas, a continuación les resuelven el contrato con lo que los ponen de
patitas en la calle. No contentos con ello, les ejecutan las fianzas con lo que
los convierten en unos apestados para el mundo financiero. Finalmente, si
todavía tienen algún hálito de vida, los envían al Tribunal de Contrataciones
para que sean inhabilitados. Si por el contrario, quien incumple es el Estado,
al contratista sólo le queda la alternativa del arbitraje y esperar
pacientemente que algún día le paguen lo que le deben en la proporción que el
laudo hubiere reconocido.
lunes, 25 de noviembre de 2019
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