DE LUNES A LUNES
Lo
peor que le puede ocurrir a un mal contratista ejecutor de una obra pública es
que le pongan de supervisor al mismo consultor que elaboró el proyecto. El mal
contratista lo que quiere es abaratar sus costos para incrementar su ganancia.
¿Cómo disminuye gastos? Muy simple. En materia de personal no contrata a los
mejores, paga salarios más bajos, enrola menos obreros de los programados, no
emplea los mecanismos de seguridad más elementales, etc. En materia de
materiales y acciones concretas, pone menos fierro, ladrillos más baratos, hace
excavaciones menos profundas, toma menos muestras, utiliza laboratorios más
antiguos, etc.
Recuerdo
el caso de un conjunto residencial de más de cien departamentos en cuya
ejecución el contratista deliberadamente omitió una hilera de mayólicas en
todos los baños birlándole a los propietarios un monto significativo por este
solo concepto que descubrió uno de ellos de manera circunstancial: leyendo los
planos y detectando que había un número de hileras desde el piso hasta media
pared que debían ser cubiertas de mayólicas en todos los baños. Pues bien, se
puso a contar las hileras y en absolutamente todos los baños faltaba una. ¿Y el
supervisor? Bien gracias.
Obviamente
eso no sucede cuando el supervisor es el mismo proyectista y se preocupa de
manera especial en que su proyecto se ejecute de la mejor manera. O cuando es
un buen supervisor. Naturalmente no transa ni acepta cambios que reduzcan la
calidad de su obra y que la puedan poner en entredicho más adelante.
Eso
no quiere decir que la legislación deba priorizar la contratación del
proyectista como supervisor. Quiere decir que por lo menos no le debe poner
trabas, prohibiciones o impedimentos, como se quiso hacer en 1984 con el
segundo párrafo del artículo 1777 del Código Civil contra el que sabiamente se
levantó la propia Ley de Contrataciones del Estado, liberando expresamente al
proyectista de cualquier impedimento de esta índole para los efectos de
emprender la supervisión de la obra que el mismo diseñó, en armonía con la
libertad que debe asistirle al propietario para confiar esta tarea en quien
quiera.
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