Con licencia para matar
La idea de apuntar en la normativa de
contrataciones del Estado hacia la gestión por resultados no supone la
necesidad de eliminar la ley que gobierna el sistema y cambiarla por otra.
Puede suponer, es cierto, la incorporación de algunos ajustes indispensables
para hacerla menos formalista y menos ortodoxa, más práctica y más ágil. El
error de siempre es creer que se puede inventar la pólvora cuando lo cierto es
que eso ocurrió en China y hace varios siglos.
En diversas materias y específicamente en
materias normativas no hay nada nuevo que descubrir y lo más sensato es estudiar
lo que hay en el mundo para reproducir o importar hacia aquí todo lo bueno que
se pueda encontrar.
No habrá mucho, desde luego. Entre otras cosas
porque la legislación nacional en compras públicas es bastante moderna y en
muchos aspectos pionera y audaz al punto que de varios países vienen a
analizarla, evaluarla y copiarla. Por eso sorprende que lo que otros quieren
llevarse nosotros queremos desechar.
Las grandes reformas en la era moderna no son las
revoluciones que se imponen por la fuerza y de golpe sino, todo lo contrario,
las que se introducen en forma progresiva sin prisas y cuidando de no estropear
todo lo que se ha avanzado.
Así debe
pensarse. De hecho así se ha procedido en las últimas cuatro grandes reformas
de la Ley 26850 promulgada en 1997. Nos referimos a las reformas del 2001 y del
2004 que dieron lugar a dos textos únicos ordenados, recopilados por dos
Decretos Supremos, a la del 2008 que dio lugar al Decreto Legislativo 1017 y a
la última del 2012 generada a través de la Ley 29873. Que todo ese esfuerzo no
se tire por la borda. (J.B.)
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