lunes, 22 de julio de 2024

Obras públicas y asociación público privadas

DE LUNES A LUNES

Mientras por un lado se vienen desarrollando con singular éxito diversos eventos destinados a difundir los alcances, las virtudes y las deficiencias de la nueva Ley General de Contrataciones Públicas 32069 y a imaginar y sugerir las proyecciones de su futuro Reglamento, de otro lado se han escuchado algunas voces, felizmente minoritarias, que lamentan todo este desarrollo legislativo, llegando en algún caso a sugerir la derogatoria de la nueva norma que todavía no entra en plena vigencia, derogar la que rige actualmente y confiar todas las obras que desarrolla el Estado a los modelos de asociación público privados, como si todas las inversiones podrían ser atractivas para los particulares y como si todas las inversiones podrían ser menos onerosas para el país bajo estas fórmulas de contratación ajenas a la compra pública tradicional como se conoce en todo el mundo.

Los presupuestos anuales de los gobiernos se destinan en un significativo porcentaje a inversiones que deben hacer los Estados, en regímenes no centralizados, para hacer aquello que la iniciativa privada no hace básicamente porque no existen tasas de retorno que puedan captar su interés. Por ejemplo, hospitales, postas médicas, colegios, conjuntos residenciales para habitantes de bajos recursos así como algunas obras de infraestructura, de saneamiento, líneas de transmisión eléctrica y determinadas carreteras que no son rentables pero resultan indispensables para unir algunos centros poblados. No puede concesionarse porque el peaje o cualquier otra fórmula de cobro no compensarán nunca la inversión efectuada.

En los países de regímenes centralizados no existe propiedad privada y por tanto absolutamente todas las inversiones son ejecutadas por los estados. En los regímenes no centralizados la obra pública es ejecutada con fondos del tesoro pero por el sector privado a través de sus contratistas que son seleccionados a través de procedimientos cada vez más rigurosos en los que se premia la experiencia y los conocimientos de los postores.

La capacidad de retorno no es el único factor que predispone a optar por una obra pública. También lo es el costo notoriamente menor de la inversión, habida cuenta de que en este modelo no hay transferencia del riesgo que lo asume el Estado, razón por la que existen prestaciones adicionales y ampliaciones de plazo para mencionar los casos más recurrentes que evidencian esa realidad. En las concesiones o en otros sistemas se transfiere el riesgo y aun cuando hipotéticamente no debería haber ni prestaciones adicionales ni ampliaciones de plazo, estos casos suelen presentarse en la medida que el concesionario aduce y prueba que las alternaciones o variaciones que los provocan son ajenas por completo a su responsabilidad.

En las concesiones se transfiere el riesgo y el Estado, al menos en teoría, se despreocupa de la inversión. Hace mal cuando se conduce así. Lo mejor es siempre supervisar de manera permanente y directa la obra, incluso en las concesiones, para no encontrar sorpresas más tarde que pueden incrementar considerablemente sus costos.

Es verdad que el éxito de la obra pública precisamente depende en gran medida de una supervisión directa y permanente. No como esas que ahora se quieren implementar que son indirectas e intermitentes. El ingeniero que visita esporádicamente la ejecución y que en ocasiones ni se toma la molestia de recorrerla, y se limita a recoger el reporte del residente y con más frecuencia del maestro de obra, puede no reportar lo que está sucediendo. Un clásico es la anécdota del ingeniero que llega a la obra a verificar la instalación de una tubería de ciertas dimensiones y ni bien llega le informan los encargados de la ejecución que la tubería ya fue colocada y enterrada varios metros debajo del suelo. No tiene forma de comprobarlo y se circunscribe a consignarlo así como se lo reportan. Cuando, con el paso del tiempo, colapsa el sistema de agua potable y alcantarillado y tengan que hacerse nuevas excavaciones se descubrirá que la tubería no respetó las medidas previstas en los términos de referencia. La anécdota elevará innecesariamente el costo de la obra. Todo por no tener un supervisor a tiempo completo.

Ricardo Gandolfo Cortés


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