DE LUNES
A LUNES
Mientras por un lado se
vienen desarrollando con singular éxito diversos eventos destinados a difundir
los alcances, las virtudes y las deficiencias de la nueva Ley General de
Contrataciones Públicas 32069 y a imaginar y sugerir las proyecciones de su
futuro Reglamento, de otro lado se han escuchado algunas voces, felizmente
minoritarias, que lamentan todo este desarrollo legislativo, llegando en algún
caso a sugerir la derogatoria de la nueva norma que todavía no entra en plena
vigencia, derogar la que rige actualmente y confiar todas las obras que
desarrolla el Estado a los modelos de asociación público privados, como si
todas las inversiones podrían ser atractivas para los particulares y como si
todas las inversiones podrían ser menos onerosas para el país bajo estas
fórmulas de contratación ajenas a la compra pública tradicional como se conoce
en todo el mundo.
Los presupuestos anuales
de los gobiernos se destinan en un significativo porcentaje a inversiones que
deben hacer los Estados, en regímenes no centralizados, para hacer aquello que
la iniciativa privada no hace básicamente porque no existen tasas de retorno
que puedan captar su interés. Por ejemplo, hospitales, postas médicas,
colegios, conjuntos residenciales para habitantes de bajos recursos así como
algunas obras de infraestructura, de saneamiento, líneas de transmisión
eléctrica y determinadas carreteras que no son rentables pero resultan
indispensables para unir algunos centros poblados. No puede concesionarse
porque el peaje o cualquier otra fórmula de cobro no compensarán nunca la
inversión efectuada.
En los países de regímenes
centralizados no existe propiedad privada y por tanto absolutamente todas las
inversiones son ejecutadas por los estados. En los regímenes no centralizados
la obra pública es ejecutada con fondos del tesoro pero por el sector privado a
través de sus contratistas que son seleccionados a través de procedimientos
cada vez más rigurosos en los que se premia la experiencia y los conocimientos
de los postores.
La capacidad de retorno no
es el único factor que predispone a optar por una obra pública. También lo es
el costo notoriamente menor de la inversión, habida cuenta de que en este
modelo no hay transferencia del riesgo que lo asume el Estado, razón por la que
existen prestaciones adicionales y ampliaciones de plazo para mencionar los
casos más recurrentes que evidencian esa realidad. En las concesiones o en
otros sistemas se transfiere el riesgo y aun cuando hipotéticamente no debería
haber ni prestaciones adicionales ni ampliaciones de plazo, estos casos suelen
presentarse en la medida que el concesionario aduce y prueba que las
alternaciones o variaciones que los provocan son ajenas por completo a su
responsabilidad.
En las concesiones se
transfiere el riesgo y el Estado, al menos en teoría, se despreocupa de la
inversión. Hace mal cuando se conduce así. Lo mejor es siempre supervisar de
manera permanente y directa la obra, incluso en las concesiones, para no
encontrar sorpresas más tarde que pueden incrementar considerablemente sus
costos.
Es verdad que el éxito de
la obra pública precisamente depende en gran medida de una supervisión directa
y permanente. No como esas que ahora se quieren implementar que son indirectas
e intermitentes. El ingeniero que visita esporádicamente la ejecución y que en
ocasiones ni se toma la molestia de recorrerla, y se limita a recoger el
reporte del residente y con más frecuencia del maestro de obra, puede no
reportar lo que está sucediendo. Un clásico es la anécdota del ingeniero que
llega a la obra a verificar la instalación de una tubería de ciertas
dimensiones y ni bien llega le informan los encargados de la ejecución que la
tubería ya fue colocada y enterrada varios metros debajo del suelo. No tiene
forma de comprobarlo y se circunscribe a consignarlo así como se lo reportan.
Cuando, con el paso del tiempo, colapsa el sistema de agua potable y
alcantarillado y tengan que hacerse nuevas excavaciones se descubrirá que la
tubería no respetó las medidas previstas en los términos de referencia. La
anécdota elevará innecesariamente el costo de la obra. Todo por no tener un
supervisor a tiempo completo.
Ricardo Gandolfo
Cortés
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