lunes, 18 de febrero de 2019

El arbitraje es una jurisdicción de una sola instancia


DE LUNES A LUNES

La semana pasada se han allanado los domicilios de algunos árbitros y ex funcionarios públicos investigados supuestamente por haberse coludido con la empresa Odebrecht para favorecerla y perjudicar al Estado. Entre las pruebas de tal actitud presuntamente delictiva figurarían los honorarios cobrados por cada profesional, estimados en más de 200 mil soles y en el hecho cierto de que, en algunos casos, los procuradores no habrían interpuesto los recursos de anulación ante del Poder Judicial contra los laudos emitidos dejando que pasen los plazos previstos para tal efecto. Si fuera por esos dos elementos, el proceso estaría destinado al fracaso más estrepitoso.
Los honorarios de los árbitros se fijan por lo general en función de las tarifas que establecen los centros de arbitraje, aún en los casos de que se traten de arbitrajes ad hoc, es decir, de aquellos que no se regulan por los reglamentos de estas instituciones. Según la tabla de la Cámara de Comercio de Lima un honorario como el señalado podría corresponder a una reclamación del orden de los 10 millones de dólares, monto perfectamente posible en el marco de contratos que superan ampliamente esa cifra. Tales pagos están perfectamente normados y no comprometen en modo alguno al árbitro que los recibe a emitir su laudo en alguna dirección determinada. En el arbitraje, cada parte designa a un árbitro y los árbitros así designados, a su vez, eligen a un tercero que será el presidente. Se entiende que cada parte nombra a un árbitro especializado en el tema de la controversia. En eso radica la diferencia frente al Poder Judicial, donde nadie elige a su juez ni nadie le paga a su juez. Los elige y les paga el Estado. En el arbitraje las partes pagan los honorarios de los árbitros.
Los arbitrajes complejos pueden durar más de dos años. Si se dividen los honorarios percibidos entre los más de veinticuatro meses se tiene una retribución más o menos compatible con la experiencia que se exige y los evidentes riesgos a los que se los expone.
Por ser el arbitraje una jurisdicción especializada es de una sola instancia. El único recurso que se admite, por eso, es el de anulación ante el Poder Judicial pero sólo por las causales taxativamente establecidas en la Ley, estando terminantemente prohibido, bajo responsabilidad, pronunciarse sobre el fondo de la controversia o sobre el contenido de la decisión así como calificar los criterios, motivaciones o interpretaciones expuestas en el laudo, que es precisamente lo que se les reclama ahora a los procuradores a los que se les acusa, en algunos casos, por no haberlo interpuesto.
La nueva Ley de Contrataciones del Estado justamente ha invertido la tendencia y ahora le exige al funcionario que no dilate ni encarezca las reclamaciones con articulaciones que manifiestamente no tienen ningún futuro y que, más bien, priorice la posibilidad de arribar a acuerdos y conciliaciones antes y dentro de los procesos arbitrales. Exactamente lo contrario de lo que se pregonaba antes, aunque obviamente no había ninguna instrucción escrita: agotar recursos y artilugios para extender los arbitrajes y lograr que quien tenga que pagar sea el que viene.
No puede olvidarse que el arbitraje es el único medio que tienen los contratistas del Estado para solicitar que se les pague lo que las entidades les niegan por ejemplo en materia de ampliaciones de plazo, costos directos y gastos generales. Tampoco puede olvidarse que la mayoría de funcionarios se niegan a reconocer tales derechos y prefieren que sea un tribunal arbitral el que ordene pagarlos, lo que distorsiona las estadísticas, habida cuenta de que más del 75 por ciento de los casos corresponden a esta clase de cuestiones declarativas, no contenciosas.
Desde luego que hay arbitrajes arreglados fruto de prácticas ilícitas como hay juicios y jueces que incurren en los mismos delitos y como hay corrupción en diversas actividades del Estado. Hay que aplicar todo el peso de la ley contra ellos, en todos los sectores. Pero cuidando las honras y cuidando las instituciones. El arbitraje es el mejor mecanismo para solucionar rápida y eficazmente las discrepancias. Sólo hay que saber usarlo.
EL EDITOR

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