DE LUNES A LUNES
El
congresista Pasión Neomías Dávila Atanacio es el autor de un proyecto de ley
destinado a limitar los gastos en que incurren las entidades públicas al
suscribir contratos de consultorías y de locación de servicios, entre los que
incluye asesorías, estudios, expedientes técnicos, supervisiones, auditorías,
metodologías, diseños e inspección y sus respectivas adendas.
Según
la iniciativa no se gastará en este tipo de contratos más del cinco por ciento
del presupuesto integral modificado correspondiente a cada nivel de gobierno
bajo responsabilidad penal, civil y administrativa para los funcionarios
públicos que excedan este límite dentro del que comprende a múltiples
clasificadores del gasto, entre los que figuran los descritos así como otros
servicios similares, otros servicios técnicos y profesionales, diseño de
metodologías y reformas, asesorías para la toma de decisiones, administración y
supervisión de obras, etc.
La
propuesta le encarga al Organismo Supervisor de las Contrataciones del Estado
velar por el cumplimiento de lo dispuesto, documentando y verificando que las
consultorías cubran las necesidades de cada sector y que no excedan los límites
establecidos. Está claro que la iniciativa debe archivarse pero no hay que
confiarse.
Según
la exposición de motivos la Contraloría General de la República ha detectado
que las consultorías son servicios especializados contratados por las entidades
para la toma de decisiones o en obras para la elaboración de estudios y
expedientes técnicos así como para la administración o supervisión de su
ejecución. Se supone que con el ánimo de propiciar la transparencia y la
rendición de cuentas y con el objeto de controlar la proliferación de estas
contrataciones se promulgó la Ley 31559 que crea el Registro de Consultorías
que incluye la modalidad de locación de servicios usada para la contratación de
personal.
Según
Nelson Shack el Estado destinó en el año 2023 más de 16 mil millones de soles
para consultorías lo que genera críticas y preocupación sobre la eficiencia en
el uso de los recursos públicos sin contribuir a solucionar los problemas que
confrontan las entidades. El ex contralor llegó a decir, en un lenguaje
populista dirigido a las tribunas, que el dinero que se gasta en consultorías
podía acabar con la pobreza en el Perú, afirmación temeraria que demuestra un
desconocimiento total de la realidad y del funcionamiento de las inversiones.
Basta señalar que no es posible hacer ninguna obra si no se tienen planos,
especificaciones técnicas, estudios definitivos, geológicos, de suelos, de
impacto ambiental y otros complementarios, memoria descriptiva y presupuesto,
seleccionado al contratista y suscrito el contrato.
La
elaboración de toda esa documentación vale entre un cinco y un diez por ciento
del monto de la obra. Otro tanto vale la supervisión de su ejecución. Hasta no
hace mucho en el Perú la supervisión se contrataba casi uniformemente por el
diez por ciento del monto de la obra. En cuanto al expediente técnico, mientras
tenga asignado un monto mayor por cierto que se podrán hacer más estudios, más
perforaciones para verificar la consistencia del terreno, más análisis de
laboratorio, más recojo de muestras y más precisiones que darán como resultado
inevitablemente una ejecución con menos adicionales y menos sorpresas porque
todo estará mejor calculado. Desde luego nada es comparable con la ejecución
misma, momento en que se comprobará lo que realmente se necesita de acuerdo a
la morfología de la zona y a los cambios que puede haber experimentado por
acción del paso del tiempo, de invasiones, agotamiento de canteras o de
fenómenos naturales propios del lugar.
Ese
hecho incontrastable, de la variación inevitable de los precios, no le resta
ningún valor al expediente bien elaborado que siempre es preferible a aquel que
se hace con presupuestos insuficientes y que adolece de múltiples deficiencias.
En todo caso, la suma de todas las actividades de consultoría vinculadas a la
obra fácilmente puede llegar al veinte por ciento del monto de la obra. ¿Cómo
es posible que se pretenda limitarla al cinco por ciento? No hay forma. Salvo
que se quiera construir con estudios de perfil sin ningún desarrollo y
prácticamente sin supervisión con lo que definitivamente se tendrán obras mucho
más costosas, con muchos adicionales, muchas ampliaciones de plazo y
naturalmente muchas paralizaciones para ajustar el diseño a sus respectivas
necesidades.
El
proyecto de ley reclama que los recursos del Estado se inviertan con eficiencia
para mejorar la calidad de los servicios y sin ningún fundamento sólido
sostiene que el 12.7 por ciento del presupuesto se ha despilfarrado en actos de
corrupción, repitiendo la manida frase de que un contrato adjudicado en forma
ilícita acarrea necesariamente una ejecución igualmente ilícita, lo que se ha
demostrado que no es cierto. Puede haber adjudicaciones manchadas de corrupción
a cuyos responsables se les debe perseguir y sancionar de manera ejemplar, y al
mismo tiempo puede haber ejecución de obras impecables a costos incluso por
debajo del mercado, bien construidas, que no tienen por qué ser consideradas
como ilícitas.
Hay
obras en las que se aprueban montos que no corresponden por trabajos que no se
hacen, materiales que no se ingresan a los talleres, maquinaria que no se usa y
hasta personal fantasma que no está en el servicio. Eso sucede en obras muy
bien adjudicadas como en obras mal adjudicadas. Lo uno no condiciona a lo otro.
La
iniciativa sostiene que la corrupción no solo implica una pérdida directa de
recursos sino también una desviación de fondos que podrían haberse usado en
inversiones productivas y sociales. Acota que una de los principales problemas
de las consultorías es la falta de justificación e importancia de su
contratación. Según el documento, los gobiernos muchas veces contratan
consultorías sin un análisis riguroso de su necesidad real subrayando que este
fenómeno es más frecuente en contextos en los que las decisiones pueden estar
influidas por intereses políticos más que por genuinas urgencias
administrativas para terminar aduciendo que la falta de un propósito claro y
justificado lleva a un desperdicio de recursos públicos que podrían haberse
utilizado en áreas más críticas y con un impacto directo en la ciudadanía.
No
deja de ser cierto el hecho de que muchas autoridades emplean la figura de las
consultorías para maquillar contrataciones que no se requieren y para favorecer
a familiares y amistades de todo tipo y para congraciarse con determinadas personas.
Eso es absolutamente condenable y debe proscribirse. Pero no tiene ninguna
relación con las consultorías que se necesitan para elaborar estudios de pre
factibilidad, estudios de ingeniería y otros diseños indispensables para armar
un expediente técnico sin el cual es imposible convocar una obra.
La
creencia de que al establecer un límite máximo se crearían estándares precisos
y objetivos para la distribución de recursos es falsa como falsa es la idea de
que ese mismo límite ayudaría a evitar prácticas corruptas como el incremento
de precios o la adjudicación de contratos a proveedores cercanos a las
autoridades. El congresista Pasión Dávila piensa que restringiendo los montos
disminuirán los sobornos y se fortalecerá la moralidad y la integridad en la
gestión pública. Igualmente entiende que eso fomentará la competencia y
aumentará la eficiencia de los servicios.
Nada
más alejado de la realidad. Si no se paga lo que corresponde bajará la calidad
porque si se paga más se recibe más y si se paga menos se recibe menos. Es la
ley del mercado. Si se paga menos lo que crecerá será la corrupción y la
competencia entre mediocres o proveedores que no encuentran clientes que les
paguen lo justo. No se terminarán las obras y las que concluyan estarán en
permanente riesgo de colapsar porque no habrán sido construidas con estudios
completos y sólidos ni ejecutadas con una supervisión directa y permanente que
cuestan evidentemente mucho más que ese absurdo límite.
Lo
primero que hay que hacer, en conclusión, es separar la paja del trigo y no
comprender dentro del mismo problema a las consultorías de infraestructura con
esas otras consultorías con las que se pagan favores en la administración pública,
con las consultorías bamba.
Sin
ir muy lejos, el sábado, la Unidad de Investigación del diario El Comercio
reveló que en el ministerio de Salud existían nueve asesores con sueldos
elevados contratados bajo la modalidad del Fondo de Apoyo Gerencial destinado a
profesionales de alto perfil. Dos de ellos están vinculados al partido del
titular del portafolio. Uno es afiliado y fue candidato a una alcaldía en una
provincia, identificado como una persona de amplia confianza del ministro. Otro
es un bachiller de ingeniería ambiental que venía de trabajar en el Congreso de
la República como auxiliar. Una tercera es una licenciada en administración con
cerca de nueve años de haber concluido sus estudios. La mayoría empezaron
recibiendo órdenes de servicios antes de pasar a integrar esta planilla dorada.
Evidentemente, esos contratos no pueden compararse con los que se suscriben
para elaborar estudios, diseños o para supervisar obras. Sin estos últimos no
hay desarrollo posible.
Ricardo Gandolfo Cortés