DE
LUNES A LUNES
De las deficiencias y omisiones del expediente técnico
no siempre es responsable el proyectista que lo elaboró. Es probable que en la
mayoría de los casos las causas no le puedan ser atribuidas a él. El
procedimiento de selección, por ejemplo, a menudo se convoca con un presupuesto
manifiestamente insuficiente para el objeto que se persigue. Es habitual que se
requieran una serie de pruebas, exámenes, inspecciones, perforaciones y
análisis de suelos que no son cuantificados como corresponde y que obligan a
hacerlos sin el rigor necesario para minimizar las variaciones que tendrá que
experimentar en el futuro.
Añádase a ello el hecho de que el consultor deberá
presentar una oferta que no supere el noventa por ciento del valor referencial
consignado por la entidad que solicita el servicio pues de lo contrario queda
automáticamente fuera de carrera habida cuenta de que la calificación económica
asigna la más alta puntuación a la propuesta que ofrezca el precio más bajo,
pero hasta ese límite.
Es frecuente, de otro lado, que la elaboración de los
estudios definitivos se convoque bajo el sistema a suma alzada incluso para el
caso de obras viales y de saneamiento, lo que hasta el 30 de enero estaba
prohibido en el entendido de que resulta imposible tener definidas al detalle
todas las cantidades, magnitudes y calidades de la prestación. El impedimento
se interpretaba, equivocadamente por cierto, limitado a la ejecución de obras y
no se aplicaba, como decía ser, a todos los estudios de ingeniería por un
elemental sentido de razonabilidad a fin de evitar la proliferación de
modificaciones.
Otro error reiterado es fijar plazos muy cortos para
la terminación de los estudios con lo que se le imprimen a los servicios un
ritmo que puede llegar a perjudicar su mejor desarrollo habida cuenta de que el
proyectista prioriza el cumplimiento de su calendario ajustado en lugar de
priorizar la realización de un trabajo serio y bien meditado.
La experiencia que se le reclama al personal propuesto,
por otra parte, se ha ido de un extremo a otro. Hasta no hace mucho se exigían
estudios de post grado, maestrías y doctorados así como varios años en el
desempeño de funciones equivalentes para posiciones que no necesitaban de mayor
preparación académica o laboral. Ahora se han reducido esos requerimientos a
niveles mínimos al punto que ya no se pida más que una experiencia muy breve y
una formación casi elemental. La solución está a caballo entre una y otra fórmula,
naturalmente, pero básicamente en función de cada cargo, de la especialidad y
de la obra de que se trate.
Por último, es indispensable que la supervisión de la
elaboración de los estudios también se haga en forma independiente y que no se
les agregue esta responsabilidad a los funcionarios públicos que tienen otras
obligaciones ordinarias que cumplir. Contratar a terceros para estas tareas
permite una más eficaz interrelación con el consultor y garantiza óptimos
resultados.
Es posible que la ejecución del proyecto se inicie
después de varios meses o –peor aún– después de varios años de que se haya
concluido el expediente técnico y en circunstancias en las que la morfología
del terreno inevitablemente ha cambiado, en las que el curso de los ríos se ha desviado
de su cauce tradicional, en las que los sismos, huaycos y demás fenómenos de la
naturaleza han ido dibujando una realidad distinta de aquella que fue evaluada
en sus orígenes. ¿Qué culpa puede tener de todo esto el proyectista? Ninguna,
obviamente.
En esta hora de satanizaciones y generalizaciones es
oportuno reflexionar en voz alta sobre estas deficiencias del proceso para
elaborar un expediente técnico que algunos desconocen o no quieren reconocer a
fin de superarlas a la brevedad posible, con buen criterio y con el ánimo de
alcanzar un mejor producto.
EL EDITOR
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