lunes, 30 de enero de 2023

Presupuestos, costos y sobrecostos

 DE LUNES A LUNES

Según la definición más extendida presupuesto es el cómputo anticipado del costo. Se hace sobre la base de un conjunto de supuestos previos. De ahí su propia denominación. Lo dije por escrito hace más de veinte años: “Un presupuesto desde una perspectiva casi etimológica es un conjunto de supuestos previos. Es el cómputo anticipado del costo de una obra, de un bien o de un servicio” (Semanario Propuesta, edición 63, 24 de junio de 2002). La palabra “pre” supone algo previo o anterior y la palabra “supuesto” alude a una suposición o hipótesis. Por tanto, presupuesto es aquello que se sostiene en una hipótesis que se formula antes de que sucedan los hechos que ubican al costo en su sitio. Es una proyección, una estimación.

El costo, a su turno, es lo que se paga por algo, por una obra, por un bien o por un servicio. Ya no es el cálculo de lo que puede ser. Es lo que es. Es el precio para decirlo en una palabra. Es importante precisar que hay un costo directo y un costo indirecto. El primero es lo que demanda producir el bien, prestar el servicio o ejecutar la obra. El segundo es lo que permite que todo eso se haga sin necesidad de naufragar en el intento. El costo directo está constituido por todos los componentes de una prestación y el costo indirecto por el soporte que le da vida. El costo directo de un bodeguero que vende arroz con leche son sus ingredientes. El costo indirecto son los pagos de alquiler de local, luz, agua, comunicaciones y otros que necesita para poder operar. Si su precio fuese solo su costo directo en menos de un mes ya no estaría en el mercado o cuando menos ya no vendería arroz con leche porque habría tenido que emplear la utilidad que le genera el negocio para sufragar su costo indirecto. Para mantenerse tiene que cobrar su costo completo.

La utilidad, entre tanto, es la remuneración que el bodeguero lleva a su casa. Naturalmente no le lleva a su familia lo que debe reservar para el arriendo, para el pago por los servicios y otros gastos generales, así llamados. No puede renunciar a ella porque es lo que le da sentido a su trabajo. Por eso quienes aducen, que una ampliación de plazo no acarrea el reconocimiento de gastos generales ni utilidad y en el colmo de la audacia, en algunos casos, tampoco de costos directos, simplemente no saben de qué están hablando. El costo es el precio y todo aquello que pretenda recortarlo es simplemente una apropiación ilícita, salvo que esté dispuesta por un mandato judicial debidamente consentido.

El sobrecosto, en este escenario, es un término perverso que deforma los conceptos porque hace creer que incrementa el costo cuando lo cierto es que incrementa el presupuesto para –recién después–, determinar el costo de una obra, de un servicio o de un bien. El costo real de una prestación solo se conoce cuando esta concluye y es uno solo con todos los adicionales y deducciones que puede haber experimentado el presupuesto o valor referencial o estimado con el que se convoca el respectivo procedimiento de selección o se suscribe cualquier contrato.

Se suele definir al sobrecosto como aquello que al constituir un costo inesperado respecto de una cantidad presupuestada, la eleva, o sin necesidad de constituir un costo inesperado es un ajuste indispensable de una estimación inicial sobre el costo probable. Por eso no debe tener ese nombre. Debería llamarse simplemente ajuste. Ni siquiera adicional porque este término está asociado a cuestiones no previstas pero que resultan imprescindibles para alcanzar el objeto de la prestación. Puede ser que no sean adicionales sino simplemente montos que deban sincerarse porque no estaban considerados en sus valores reales. O actividades que estaban previstas pero no cuantificadas.

Los ajustes pueden modificar el precio o modificar solamente las partidas o componentes de un producto y así como pueden elevar el costo presupuestado pueden también reducirlo. Lo habitual es que el precio suba pero es perfectamente posible que se produzca el fenómeno inverso que es habitual, por ejemplo, cuando se limitan los alcances de un proyecto. La carretera que en lugar de unir cinco ciudades finalmente solo unirá cuatro es un caso clásico. Sea porque se dividió en etapas, porque el presupuesto disponible no da para más o porque, como se suele consignar en las normas, se desechó la necesidad de ejecutar ese último tramo o el monto asignado tuvo que ser empleado en una emergencia.

Que los ajustes mayormente incrementen el presupuesto se explica en el hecho de que quien hace el cálculo lo hace tratando de minimizar los gastos en los que tendrá que incurrir quien deba encarar el proyecto, asumir la construcción, la prestación del servicio o el suministro del bien. Está comprobado, por lo demás, que siempre resulta menos oneroso solucionar rápidamente un problema, una fisura o una deficiencia, que son fenómenos naturales inevitables, que pretender que éstos nunca se presenten lo que de ordinario encarece el trabajo sin lograr su propósito.

La pista en algunas zonas más temprano que tarde va a mostrar alguna grieta por la acción de las temperaturas, la presión o el asentamiento de la estructura, la absorción y retención de humedad y las inclemencias del tiempo. No revisten ningún riesgo porque solo son estéticas y superficiales. Su reparación es fácil y económica.

Entender cabalmente estos conceptos resulta imprescindible para comprender las vicisitudes por las que atraviesa un proceso de contratación.

Ricardo Gandolfo Cortés

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