DE LUNES A LUNES
Según la definición más extendida presupuesto es el
cómputo anticipado del costo. Se hace sobre la base de un conjunto de supuestos
previos. De ahí su propia denominación. Lo dije por escrito hace más de veinte
años: “Un presupuesto desde una perspectiva casi etimológica es un conjunto de
supuestos previos. Es el cómputo anticipado del costo de una obra, de un bien o
de un servicio” (Semanario Propuesta, edición 63, 24 de junio de 2002). La
palabra “pre” supone algo previo o anterior y la palabra “supuesto” alude a una
suposición o hipótesis. Por tanto, presupuesto es aquello que se sostiene en
una hipótesis que se formula antes de que sucedan los hechos que ubican al
costo en su sitio. Es una proyección, una estimación.
El costo, a su turno, es lo que se paga por algo, por
una obra, por un bien o por un servicio. Ya no es el cálculo de lo que puede
ser. Es lo que es. Es el precio para decirlo en una palabra. Es importante
precisar que hay un costo directo y un costo indirecto. El primero es lo que demanda
producir el bien, prestar el servicio o ejecutar la obra. El segundo es lo que
permite que todo eso se haga sin necesidad de naufragar en el intento. El costo
directo está constituido por todos los componentes de una prestación y el costo
indirecto por el soporte que le da vida. El costo directo de un bodeguero que
vende arroz con leche son sus ingredientes. El costo indirecto son los pagos de
alquiler de local, luz, agua, comunicaciones y otros que necesita para poder
operar. Si su precio fuese solo su costo directo en menos de un mes ya no
estaría en el mercado o cuando menos ya no vendería arroz con leche porque
habría tenido que emplear la utilidad que le genera el negocio para sufragar su
costo indirecto. Para mantenerse tiene que cobrar su costo completo.
La utilidad, entre tanto, es la remuneración que el
bodeguero lleva a su casa. Naturalmente no le lleva a su familia lo que debe
reservar para el arriendo, para el pago por los servicios y otros gastos
generales, así llamados. No puede renunciar a ella porque es lo que le da
sentido a su trabajo. Por eso quienes aducen, que una ampliación de plazo no
acarrea el reconocimiento de gastos generales ni utilidad y en el colmo de la
audacia, en algunos casos, tampoco de costos directos, simplemente no saben de
qué están hablando. El costo es el precio y todo aquello que pretenda
recortarlo es simplemente una apropiación ilícita, salvo que esté dispuesta por
un mandato judicial debidamente consentido.
El sobrecosto, en este escenario, es un término
perverso que deforma los conceptos porque hace creer que incrementa el costo
cuando lo cierto es que incrementa el presupuesto para –recién después–,
determinar el costo de una obra, de un servicio o de un bien. El costo real de
una prestación solo se conoce cuando esta concluye y es uno solo con todos los
adicionales y deducciones que puede haber experimentado el presupuesto o valor
referencial o estimado con el que se convoca el respectivo procedimiento de
selección o se suscribe cualquier contrato.
Se suele definir al sobrecosto como aquello que al
constituir un costo inesperado respecto de una cantidad presupuestada, la
eleva, o sin necesidad de constituir un costo inesperado es un ajuste
indispensable de una estimación inicial sobre el costo probable. Por eso no
debe tener ese nombre. Debería llamarse simplemente ajuste. Ni siquiera
adicional porque este término está asociado a cuestiones no previstas pero que
resultan imprescindibles para alcanzar el objeto de la prestación. Puede ser
que no sean adicionales sino simplemente montos que deban sincerarse porque no
estaban considerados en sus valores reales. O actividades que estaban previstas
pero no cuantificadas.
Los ajustes pueden modificar el precio o modificar
solamente las partidas o componentes de un producto y así como pueden elevar el
costo presupuestado pueden también reducirlo. Lo habitual es que el precio suba
pero es perfectamente posible que se produzca el fenómeno inverso que es
habitual, por ejemplo, cuando se limitan los alcances de un proyecto. La
carretera que en lugar de unir cinco ciudades finalmente solo unirá cuatro es
un caso clásico. Sea porque se dividió en etapas, porque el presupuesto
disponible no da para más o porque, como se suele consignar en las normas, se
desechó la necesidad de ejecutar ese último tramo o el monto asignado tuvo que
ser empleado en una emergencia.
Que los ajustes mayormente incrementen el presupuesto
se explica en el hecho de que quien hace el cálculo lo hace tratando de
minimizar los gastos en los que tendrá que incurrir quien deba encarar el
proyecto, asumir la construcción, la prestación del servicio o el suministro
del bien. Está comprobado, por lo demás, que siempre resulta menos oneroso
solucionar rápidamente un problema, una fisura o una deficiencia, que son fenómenos
naturales inevitables, que pretender que éstos nunca se presenten lo que de
ordinario encarece el trabajo sin lograr su propósito.
La pista en algunas zonas más temprano que tarde va a
mostrar alguna grieta por la acción de las temperaturas, la presión o el
asentamiento de la estructura, la absorción y retención de humedad y las
inclemencias del tiempo. No revisten ningún riesgo porque solo son estéticas y
superficiales. Su reparación es fácil y económica.
Entender cabalmente estos conceptos resulta
imprescindible para comprender las vicisitudes por las que atraviesa un proceso
de contratación.
Ricardo Gandolfo Cortés
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