El
valor de una obra se determina en función del conjunto de los valores que la
componen. Obteniendo el valor de los recursos humanos, materiales y de equipos
puestos a su servicio en forma directa o indirecta. Se puede calcular el valor
a través de una pericia que defina la cantidad de concreto, fierro y demás
componentes que intervienen en la construcción. Es la parte menos compleja. A
ese resultado hay que agregarle el valor de los ingenieros y obreros que han
participado en ella a tarifas del mercado y finalmente sumar los denominados
gastos generales o indirectos.
Otra
cosa es el costo de una obra. Puede parecer lo mismo pero no lo es. El costo es
lo que se paga por algo. Lo que se ha pagado, por ejemplo, por una obra. Si lo
que se ha pagado es el mismo monto o uno muy cercano al que arroja una tasación
respecto del valor de una construcción: en buena hora. Se ha pagado su valor.
Si se ha pagado de menos, notoriamente menos, en buena hora, se ha hecho un
ahorro, quizás por la desesperación del contratista de asegurarse el contrato o
por no calcular correctamente sus necesidades. Si se ha pagado de más,
probablemente haya un sobrecosto, quizás como consecuencia de algunos ajustes
que debieron hacerse para mejorar lo que no se estaba haciendo de la mejor
manera. En cualquier caso, es recomendable identificar las razones por las que
se incurre en él. Si la diferencia es significativa, es posible que hayan
escondidos algunos pagos indebidos o abiertamente ilícitos. Así sea la obra
pública o privada.
Es
cuestión de investigarlo y sancionar a los responsables. Esa comprobación, sin
embargo, es independiente del presupuesto de la obra. Este es, como su nombre
lo indica, el conjunto de supuestos previos que proyectan lo que puede ser el
costo final de una obra. Es el cómputo anticipado de ese costo, tal como lo
define el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española.
Ese
cómputo, empero, puede estar muy lejos del precio que arroje la liquidación que
se practica al término de la construcción, por diversas razones. Se calcula en
el curso de los estudios previos que se hacen analizando las condiciones del
terreno sobre el que se va a levantar, la disponibilidad de materiales con que
se cuenta y la cuantificación de los recursos y gastos ya señalados.
Dependiendo de la obra de que se trate y de los fondos con que se cuenten para
los estudios, la aproximación a su costo puede ser más o menos certera. En
carreteras y canales que se ejecutarán sobre varios kilómetros,
independientemente de la financiación del diseño, es frecuente estar más lejos
del costo final. En edificaciones y centrales hidroeléctricas, por ejemplo, lo
habitual es que los presupuestos están más cerca del costo final. La
explicación es simple: todo depende de la extensión del terreno. Si es uno que está
perfectamente delimitado es posible examinarlo hasta en sus más mínimos
detalles. Si es uno extenso, no es posible analizarlo a esos niveles y los cálculos
se hacen por aproximación, haciendo perforaciones y tomando muestras cada
cierto trecho y asumiendo que entre los resultados de unos y otros existe un
comportamiento similar, lo que desafortunadamente no es siempre así en
territorios variables.
Esta
es una realidad que a menudo se desconoce para cuestionar los costos de las
obras alentando el escándalo cuando éstos superan en forma considerable sus
respectivos presupuestos y dejando la sospecha de que ha habido malas prácticas
y actos abiertamente ilícitos en los correspondientes ajustes. Cuando ello
ocurre desde luego que hay que combatir, perseguir y sancionar a los
responsables con todo el peso de la ley, pero antes de hacerlo hay que verificar
si el valor en disputa difiere del costo asumido.
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