La
forma de solucionar las controversias en la contratación pública peruana
despierta mucho interés en el extranjero. Aquí todavía subsisten quienes
quieren eliminarla, es verdad. Pero cada vez son menos a juzgar por el constate
arribo de especialistas foráneos que vienen con el propósito de estudiar
nuestras normas y de tratar de llevárselas a sus países. Su sola presencia
enmudece a los enemigos del arbitraje obligatorio.
Hay
que persistir, sin embargo, en la tarea de exportar el modelo. Es pionero en el
mundo y si bien es cierto que tiene algunas réplicas, están mayormente
focalizadas en determinados sectores: arbitraje de consumo, arbitraje laboral,
arbitraje de contratos financiados por créditos procedentes de organismos
internacionales o multilaterales, arbitrajes de inversiones y otros más.
No hay
que quedarse sólo en ese esfuerzo. Hay que afianzarlo con otro objetivo paralelo:
la exportación de árbitros. Algunos profesionales peruanos arbitran con éxito en
el extranjero. Hay que incrementar ese número. Que la amplia experiencia
adquirida con la gran cantidad de arbitrajes que se ventilan en el país sea la
llave que abra nuevas puertas en el mercado internacional de administración y
solución de disputas.
Esa
será también otra manera de fortalecer el modelo. Que los árbitros peruanos no
sólo arbitren una gran cantidad de casos sino que arbitren casos cada vez más grandes
y complejos y que sus alcances trasciendan nuestras fronteras.
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