DE LUNES A LUNES
A propósito del gran terremoto que se viene
Según
Defensa Civil podrían perecer 110 mil personas, 353 mil viviendas podrían
quedar destruidas y 623 mil inhabitables. El inevitable tsunami inundaría 74
mil viviendas principalmente en el Callao y en distritos como Ventanilla,
Chorrillos, Villa El Salvador, Lurín y las playas del sur. Adicionalmente se
produciría la licuación de suelos, derrumbes, incendios, explosiones y cortes
de luz y agua e interrupción de vías de comunicación y servicios.
Hernando
Tavera, presidente del Instituto Geofísico del Perú, ha advertido que hay que
poner la máxima atención en los suelos menos compactos compuestos por arenas
secas, arenas mezcladas con agua, rellenos y conglomerados sueltos; en las
viviendas autoconstruidas, en las invasiones, en las viviendas más antiguas
levantadas con adobe, en las riberas de los ríos, en las quebradas y en las
laderas de los cerros. Admite que muchas poblaciones se instalaron y crecieron
antes de que se conozca mucho sobre sismos y sobre los factores que contribuyen
a la destrucción de las ciudades. Le preocupa, sin embargo, que la propia
experiencia vivida en sismos de gran magnitud no hay sido comprendida ni
considerada para gestionar el desarrollo. El secreto está en construir ciudades
menos vulnerables y organizar mejor sus servicios.
El
científico reconoce que el pronóstico de sismos es un gran paso. Ahora se sabe
dónde están las zonas de máximo acoplamiento de las placas, su área y la magnitud
del movimiento que podrían generar. Con esta información debe iniciarse la
construcción de estrategias que permitan reducir el riesgo de las ciudades y de
la población. En ese esfuerzo hay que desterrar por completo la idea de que hay
que elegir las soluciones más económicas cuando la realidad se ha encargado de
develar que las soluciones más económicas son las menos seguras.
Hay
que olvidarse de esos diseños que priorizan el ahorro de los fondos públicos
sin reparar en el grave peligro al que se expone a los habitantes de las
ciudades. Hay que invertir la tendencia y obligar a los proyectistas a adoptar
las mayores medidas en defensa de la vida y de las personas, por encima de los
reglamentos y de las normas inspiradas en otras situaciones y elaboradas para
países que no están expuestos a sismos y tsunamis como los que pueden azotar al
Perú en cualquier momento.
No
es posible que se crea que allí donde hay mayores medidas de protección hay
corruptelas porque se quiere beneficiar al contratista con más horas/hombre,
mayor tiempo de maquinaria y equipos diversos, más fierro, más concreto y más
cemento. Esa es una visión miope y cortoplacista que puede acarrear severas
responsabilidades incluso de índole penal. La corrupción busca todo lo
contrario, poner menos cantidades que las comprometidas con el objeto de elevar
ganancias mal habidas, con el propósito de fingir haber hecho lo que no se
hizo. Ese absurdo paradigma de preferir las opciones más económicas por encima
de las más seguras se ha venido por los suelos como las edificaciones que se
caen como castillos de naipes al menor remezón.
Ricardo Gandolfo Cortés
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