domingo, 22 de septiembre de 2013

Lecciones de prudencia


Con licencia para matar

Muy cierto es aquello de que un peruano en el exterior es –debe ser, es lo correcto– un permanente embajador del país, un defensor de sus riquezas, de su patrimonio y aunque parezca una proclama patriótica, de su pasado, de su presente y de su futuro. Por eso mismo no deja de sorprender que todavía subsistan conciudadanos que en el extranjero despotrican del Perú, hablan mal de otros peruanos y desalienten, quizás sin querer, a aquellos inversionistas o simples turistas que podrían estar interesados en visitar el país.

Si hay algunas malas prácticas que combatir dentro del Perú pues eso corresponde a los peruanos y a nadie más y el combate tiene que darse dentro de las fronteras nacionales y no afuera de ellas, porque afuera el país debe verse como un puño, como un conjunto de ideales comunes puestos en funcionamiento colectivo. La ropa sucia se lava en casa y no en la de la visita porque eso además de perjudicar gravemente a quien lo propicia, mostrándolo falto de tino y de prudencia, también pone en evidencia que no existe una buena tintorería en el domicilio propio, capaz de limpiar y desterrar las costumbres incorrectas o de reducirlas a su mínima expresión.

Hay ciudadanos de otras naciones que han aprendido muy bien esta lección y en los eventos internacionales no pronuncian ninguna palabra en contra de sus respectivos países aún en los casos en los que las malas prácticas hayan escalado posiciones que lindan con el escándalo. En tales circunstancias no son habitualmente los delegados de esos países, sino la prensa de esos mismos países o de otros, la que se encarga de difundir tal situación. La excepción a la regla, sin duda, se presenta en esos extremos, cuando el país vive sin libertades, cuando no rige el Estado de Derecho y cuando las dictaduras se han encaramado en el poder.

Ese, desde luego, no es el caso del Perú. Y, sin embargo, hay peruanos que no hablan bien de su país en el extranjero. Habría que darles algunas urgentes lecciones no de patriotismo sino de prudencia.

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