domingo, 16 de agosto de 2015

No hay que ponerle grilletes al arbitraje

Nuestro editor, Ricardo Gandolfo Cortés, informó a los asistentes al IV Congreso Regional de Arbitraje de Piura, en el marco de la última presentación del evento, sobre los proyectos de ley presentados en el Parlamento para contrarrestar esa embestida criminal que se vale del arbitraje, como se puede valer de cualquier otro medio, para perpetrar los más sofisticados delitos cuyos autores terminan despojando de sus inmuebles a sus legítimos propietarios y sorprendiendo a jueces, notarios y registradores con títulos y laudos fraguados y procesos montados.
El primero de ellos es el presentado, ya hace un par de años, por Rosa Mavila León para modificar el artículo 418 del Código Penal con el objeto de incorporar a los árbitros dentro de los alcances del prevaricato, delito que se sanciona con pena privativa de la libertad no menor de tres ni mayor de cinco años y en el que sólo pueden incurrir jueces y fiscales que en el ejercicio de sus funciones actúan dolosamente y expiden resoluciones o dictámenes contrarios al texto expreso y claro de la ley o citan pruebas inexistentes, hechos falsos o se sustentan en normas supuestas o derogadas.
El prolífero congresista Gustavo Rondón Fudinaga del grupo parlamentario Solidaridad Nacional,  médico cirujano de profesión, ex director de Salud en su Arequipa natal y ex candidato a la alcaldía mistiana, al gobierno regional y al Parlamento por listas fujimoristas e independientes, presentó cuatro proyectos. En realidad tres porque el cuarto es la adaptación del segundo a la nueva Ley de Contrataciones del Estado. Todas sus iniciativas se concentran en los arbitrajes en los que se deciden controversias derivadas de las contrataciones públicas.
La primera modifica el artículo 425 del Código Penal para que los árbitros sean considerados funcionarios públicos. La segunda involucra a la Contraloría General de la República como veedora en esta clase de procesos, pretensión innecesaria porque esta institución interviene en forma previa, simultánea y posterior en las operaciones de todas las entidades sujetas a su imperio. No necesita apersonarse en ningún arbitraje ni en ningún juicio porque no tiene personal para eso. Quienes defienden al Estado son los procuradores que, por lo demás, lo hacen muy bien pese a sus limitaciones. La tercera modifica el artículo 42 de la Ley de Arbitraje promulgada mediante Decreto Legislativo 1071 con el propósito de realizar audiencias públicas en esta clase de procesos como si no fuera suficiente que se difundan y publiquen las designaciones residuales, las recusaciones y los laudos así como sus rectificaciones, aclaraciones e interpretaciones.
Por último, el congresista Héctor Becerril Rodríguez del grupo parlamentario Fuerza Popular, químico farmacéutico de profesión y con un posgrado en ciencias alimentarias, ha presentado un solo proyecto pero que tiene cinco misiles bajo el brazo. El primero quiere obligar a que todos los arbitrajes que versan sobre bienes inmuebles o muebles registrables sean institucionales. El segundo que las demandas en estos casos se publiquen en dos diarios, uno de circulación nacional y otro de la localidad donde se encuentra el bien o donde tiene su sede el centro de arbitraje. El tercero que faculta a accionar en las tercerías a quienes tienen legítimo título antes del remate o adjudicación del bien aun cuando haya laudo consentido y ejecutoriado.
La cereza de la torta son los dos últimos misiles. El cuarto es la pretensión de responsabilizar a las instituciones arbitrales por los daños y perjuicios que ocasionen sus árbitros. El último, repone la segunda instancia arbitral de manera obligatoria. No como era antes, con la antigua Ley General de Arbitraje en cuya virtud se podía pactar la segunda instancia. Ahora estaría allí para quien la quiera usar que a no dudar serán todos aquellos que salgan derrotados de la primera instancia con lo que se terminaría dilatando y encareciendo innecesariamente el proceso.
La solución está en fortalecer el arbitraje en lugar de debilitarlo dijo Gandolfo. Lo que hay que hacer es ampliar la jurisdicción arbitral para que el Poder Judicial sea más eficaz, para que se aminore su carga procesal y para que sólo se queden ahí los procesos de aquellas partes que no tengan recursos para solventar un arbitraje. La idea es dejar que la justicia privada le dé una mano a la justicia estatal que se encontraría además más libre de la influencia del poder político y menos expuesta a las tentaciones de la corrupción que es lo que se quiere combatir.
No hay que ponerle grilletes a esta forma mágica, rápida y eficaz de resolver controversias, dijo nuestro editor. “Si lo hacemos cometeríamos el peor de los crímenes. Eliminar al cartero creyendo que así desaparecen los correos fatales, lo que es falso. En esa eventualidad, los delincuentes se buscarán otros mensajeros. El delito siempre encuentra formas para expresarse. No hay que combatir las formas. Hay que combatir el delito y con todo el peso de la ley”, concluyó.

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