DE LUNES A LUNES
Los bonos soberanos son instrumentos
financieros que emiten los gobiernos para determinados gastos e inversiones
cuando los fondos de su presupuesto están destinados a cubrir otras
necesidades. Por lo general se emiten para apalancar dinero para proyectos de
infraestructura, salud y educación; para cubrir el déficit fiscal y para cumplir
con el pago de deudas anteriores contrayendo deudas nuevas. Quienes adquieren
los bonos le prestan dinero al Estado para que éste se los devuelva a su
vencimiento con una tasa de interés variable que les paga periódicamente.
Los gobiernos pagan sus deudas con bonos
soberanos a efectos de que sus acreedores cobren los intereses en las
oportunidades previstas y el principal al final. Hay, sin embargo, quienes una
vez recibidos los bonos los negocian en el mercado nacional o internacional con
el objeto de disponer de inmediato de liquidez para sus propias operaciones o,
mejor todavía, para pagar deudas contraídas a tasas promocionales y quedarse
con la diferencia de intereses como utilidad adicional.
Es el caso de algunas empresas contratistas
cuyo negocio financiero es recibir bonos soberanos de altos intereses por el
avance de sus prestaciones y cancelar con ellos lo más pronto posible las
deudas con sus bancos, algunos de los cuales están comprometidos a financiar
actividades de desarrollo y con ese fin tienen tasas promocionales. El negocio
está en pedir préstamos a tasas bajas y recibir bonos a tasas altas para pagar
con éstos rápidamente las deudas e incrementar sus ganancias con lo que queda
en la operación, que suele redituar mayores dividendos que el mismo trabajo que
se ejecuta para el Estado, que de ordinario se adjudica al postor que presenta
los menores precios.
Como los intereses van incrementándose día a
día el contratista siempre quiere recibir a la brevedad sus bonos soberanos
para cancelar sus préstamos. Ese trámite requiere de algunas conformidades y
aprobaciones burocráticas que intenta apurar por todos los medios a su alcance para
amortizar su deuda. De esa manera trabaja siempre con dinero ajeno y su propio
capital queda a salvo de cualquier riesgo.
Quien finalmente cobra los intereses del bono
es el banco que lo recibió como pago por el préstamo que le otorgó al
contratista. También gana el diferencial entre lo que le factura a su cliente y
lo que le factura al Estado emisor del bono. Los gobiernos, entretanto,
aseguran que sus inversiones se ejecuten con eficacia porque el proveedor se
esfuerza en hacer bien sus labores a efectos de tener las conformidades y
aprobaciones en el tiempo más corto posible.
Al parecer, todos ganan.
Ricardo Gandolfo Cortés

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