Algunos especialistas han
comentado la probable erradicación del arbitraje como mecanismo de solución de
conflictos como consecuencia de la progresiva incorporación, en su sustitución,
de la dispute board o mesa de resolución de controversias para acompañar la
ejecución de las obras. Es verdad que, según las estadísticas, allí donde se aplica
la dispute board, las discrepancias se han arreglado en la mayoría de los casos
y que muy pocas desavenencias han debido pasar a ventilarse en una vía
arbitral.
Eso, en lugar de desterrar
el arbitraje, lo que debería hacer es sincerar cifras, al menos en realidades
como la nuestra donde, en gran medida gracias a la implantación del arbitraje
obligatorio en la contratación pública, se vive desde hace varios años una
situación artificial en cuya virtud la mayoría de funcionarios delegan en
terceros prácticamente la administración de todas sus obligaciones, cierto que
en resguardo de su propia seguridad jurídica y de una vejez sin sobresaltos y
sin juicios de responsabilidad que los persigan.
Colegir, sin embargo, que
como consecuencia de la dispute board va a desaparecer el arbitraje es muy
arriesgado. Es verdad que en la dispute board los ingenieros tienen más
espacios para decidir cuestiones sobre las que las partes no están de acuerdo y
que los abogados dominan los tribunales arbitrales por una lógica elemental que
inspira a los interesados y que los empuja a recurrir a los profesionales que
en su opinión están más entrenados en la administración de justicia y en el
dominio de los principios que sustentan el derecho de cada cual. No menos
cierto es que de esta evidencia se puede inferir que el empleo de uno y otro
mecanismo de solución de controversias depende de la clase de solución que se
pretende, si es técnica la reclamación debería ventilarse en el dispute board y
si es más legal o contractual debería ventilarse en la vía arbitral.
Separados los espacios no
habrá problemas que se yuxtapongan ni artilugios que se interpongan con el
objeto de burlar el cumplimiento de cada decisión. Porque lo otro, o sea,
eliminar o minimizar un mecanismo en beneficio del otro, es hacerle el juego a
los que quieren que nadie reclame nada. (J.B.)
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