El cable de la agencia española EFE procedente de Santiago, reproducido en Lima por el diario El Comercio ayer domingo, reporta que varios científicos chilenos, reunidos en el marco del encuentro nacional denominado Científicos Unidos por la Reconstrucción de Chile, reclamaron una mayor inversión en investigación para evitar que un terremoto o un maremoto como los del 27 de febrero vuelvan a sorprender a la población y a las autoridades sin mayor información y sin tener clara conciencia de cómo proceder. En el evento, desarrollado el último viernes, los expertos lamentaron que no se hubiera aprendido las lecciones del pasado y que no exista el indispensable diálogo entre autoridades políticas y expertos con el propósito de intercambiar información, datos y proyecciones.
Los científicos del sur insistieron en ese encuentro, inaugurado por el Dr. Raúl Morales Segura, decano de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile, que antes del sismo ya se contaba con documentación más que suficiente como para prever que se iba a producir un terremoto de esa magnitud pero que el Gobierno no le prestó la importancia que requería. Sobre el particular, el profesor de Geofísica de la Universidad Louis Pasteur de Estrasburgo, Armando Cisternas, citado en el cable, refirió que un informe elaborado por científicos franceses y publicado el año pasado con el título de “Upper Plate Deformation Measured by GPS in the Coquimbo Gap, Chile”, alertaba sobre el riesgo de terremoto en la zona donde se localizó el epicentro del sismo de 8,8 grados de magnitud en la escala de Richter que el 27 de febrero azotó el centro y sur del país, y que ocasionó, hasta ahora, 452 fallecidos identificados. “Los políticos no nos otorgan credibilidad, siempre ponen en duda nuestras investigaciones”, lamentó el profesor de la Universidad de Chile, Eugenio Spencer.
Los expertos reunidos en el evento reclamaron un mayor papel de la ciencia en las decisiones políticas y un programa nacional de formación de sismólogos al más alto nivel. También criticaron la falta de una cultura sísmica en una población que convive con terremotos y coincidieron en exigir que se refuercen las normas de construcción de viviendas. Una de las intervenciones más interesantes, de la que se da cuenta en la nota, fue la del presidente del Consejo Nacional de Decanos de las Facultades de Ciencias, Samuel Navarro, quien sentenció que “no existen los desastres naturales. Existen los fenómenos naturales y nosotros los convertimos en desastres”. ¿Cómo lo hacemos? Es la pregunta lógica. Muy simple. Despreocupándonos del asunto y no adoptando las medidas más elementales para contrarrestar sus efectos. Y esa conclusión es válida tanto para Chile como para los demás países que están ubicados en zonas sísmicas similares.
Es verdad que la mayoría de datos señalaban, como lo han destacado otras noticias, que existía la posibilidad de que en un período de 15 o 20 años ocurriera un sismo de esa envergadura. A partir de allí colegir que el terremoto que asoló el centro y sur de Chile no fue una sorpresa, tal como dijo la semana pasada Walter Mooney, geofísico del Servicio Geológico de Estados Unidos, quien se encuentra en este país para estudiar los efectos del sismo, puede parecer demasiado obvio. Ello, no obstante, en un encuentro con periodistas en la embajada estadounidense, el científico sostuvo que "existían datos publicados en revistas científicas, a disposición de todos los públicos, que indicaban que era posible que en un periodo de 15 o 20 años ocurriera un terremoto de esta envergadura" en el centro y sur de Chile. "No podemos predecir los terremotos, no podemos decir exactamente cuándo ocurrirán", destacó Mooney, para quien, sin embargo, "había pasado suficiente tiempo desde el último terremoto, lo que indicaba que era muy probable que hubiera otro."
A diferencia de otros, el geofísico explicó que gracias al gran conocimiento de la población local sobre los peligros de tsunami tras un terremoto y la larga duración que tuvo el sismo, que permitió a muchos evacuar las construcciones más peligrosas, se salvaron muchísimas vidas. Mooney, quien se trasladó a Chile en las últimas semanas, recomendó revisar los métodos de construcción de las viviendas del país y evitar edificar en las zonas que han quedado afectadas por el tsunami. Teniendo en cuenta que Chile es el país más sísmico del mundo, el geofísico, coincidiendo con los científicos chilenos que se reunieron el viernes, destacó la importancia de educar sobre las normas de evacuación por riesgo de tsunami tanto a los chilenos que viven en la costa, como a los residentes en la capital, ya que en el momento de la catástrofe muchos turistas se encontraban en el litoral.
Para Raúl Morales, las autoridades "tendrían que haber tomado medidas de prudencia necesarias para poder instruir a la población y para poder generar mecanismos defensivos." Dijo que espera que el país "saque una lección" de una experiencia que no se puede repetir. "Vimos que la toma de decisiones no fue la más adecuada porque no hay una estructura científica. Hubo descoordinaciones aberrantes en la información desde las organizaciones que tenían que alertar de lo que estaba ocurriendo", señaló el científico y coordinador del encuentro, Ricardo Maccioni. Morales finalmente lamentó que dos décadas después del terremoto que azotó Chile en 1985 se haya dado una situación de cobertura comunicacional "similar o tal vez peor" teniendo mejores tecnologías.
Los científicos instaron a mejorar la educación científica y a incorporar la ciencia en la vida cotidiana y en las decisiones políticas, de cara a preparar al país ante futuros terremotos. "Sabemos que, por las condiciones sismológicas de Chile, vamos a estar enfrentados a sismos en el futuro próximo, por lo tanto, debemos priorizar de qué manera desarrollamos los estudios pertinentes y educamos y alfabetizamos científicamente a la población", concluyó Morales.
Para todos está claro que como no es posible construir absolutamente todas las viviendas con materiales y estructuras antisísmicas porque en Chile y en el resto del cinturón del fuego de esta parte del Pacífico persisten niveles de pobreza todavía importantes, la única alternativa es concentrar los esfuerzos de las autoridades, de un lado, en educar a la población sobre refugios, zonas de seguridad, medidas de prevención y recomendaciones diversas, y, de otro lado, esmerarse en salvaguardar cierta infraestructura que no debería sufrir consecuencias severas en ninguna circunstancia porque está llamada precisamente a ser empleada en situaciones de emergencia como la que podría sobrevenir con un terremoto o un tsunami.
Hospitales, colegios, comisarías, plantas de tratamiento de agua, centrales telefónicas, subestaciones eléctricas, carreteras, etc., son parte de esa infraestructura que debe construirse, reconstruirse, rehabilitarse o reforzarse adecuadamente para que se encuentre en condiciones de resistir cualquier clase de fenómenos de la naturaleza.
Para esos efectos resulta imprescindible que las autoridades y las normas que regulan esta clase de construcciones cambien sus prioridades y no encarguen esas tareas a contratistas sin mayor experiencia que ofrecen los precios más bajos y las menores garantías sino, por el contrario, a quienes tengas más especialización en cada tipo de obras y ofrezcan las más amplias seguridades respecto a los grados de resistencia de sus diseños. Eso pasa por calcular adecuadamente los presupuestos con los que se convocan los procesos de selección destinados a escoger a los postores que acometerán tales encargos y no regatear tarifas como desafortunadamente se hace en algunos países en la equivocada creencia que abaratando los costos de los proyectos se le generan ahorros al Estado cuando lo cierto es que esos ahorros terminan siendo insuficientes a la hora de la verdad para reparar todo lo que se cae por estar mal diseñado y mal construido. La ceguera de las autoridades, en este campo, también contribuye por eso a que los fenómenos naturales se conviertan en desastres.
domingo, 21 de marzo de 2010
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