La crisis económica está obligando a muchos peruanos
a voltear las miradas hacia su propio país
a voltear las miradas hacia su propio país
Una reciente encuesta de la Universidad Católica demuestra que un 56% de la población de Lima está de acuerdo con reducir las barreras de entrada de productos extranjeros en tanto que un 74% estima que la inversión extranjera beneficia de algún modo al Perú. Los resultados, a juzgar por lo que señala Farid Kahhat, del Instituto de Opinión Pública de la PUC, revelan que los habitantes de la capital favorecen el libre comercio o la inversión extranjera en mayor proporción que los residentes de cualquier otra región del Perú. Quizás se debe a que se trata del segmento que más se beneficia de la inserción creciente del país en la economía internacional, según el mismo experto.
Ello, no obstante, se advierte que el porcentaje a favor de reducir las barreras de entrada de productos extranjeros refleja una caída con relación al anterior sondeo realizado en setiembre del año pasado, en que se situaba en el 59%, lo que representa a julio del 2009 una caída de 3 puntos, en tanto que el porcentaje que considera beneficiosa a la inversión extranjera se ubicaba en el 78%, lo que constituye a julio una reducción de 4 puntos, que por ser coincidentes no pueden atribuirse exclusivamente al margen de error que habitualmente contemplan esta clase de investigaciones.
Ciertamente no se ha reparado en este detalle que se puede atribuir perfectamente a la crisis económica internacional que, si bien no afecta mayormente al Perú, está obligando a muchos peruanos a voltear las miradas hacia su propio país y a descartar por de pronto la opción de irse, para los que están aquí, y a evaluar la posibilidad de regresar, para los que están afuera.
Esa evidencia no cambia la perspectiva central de la población frente a la inversión extranjera pero condiciona sus preferencias en el entendido, más o menos generalizado, de que determinados productos del exterior no compiten con los nacionales equitativamente con el añadido de que no generan los puestos de trabajo, no pagan los mismos impuestos, ni soportan las cargas laborales y costos directos que asumen quienes están establecidos en el país, cualquiera que sea su bandera de origen.
En ese contexto, campañas como aquella que invita a comprarle al Perú coadyuvan a elegir, de cara a la disyuntiva, lo de aquí por oposición a lo de fuera. No está mal. Se hace en casi todos los países del mundo y por eso mismo resulta absurdo eliminar beneficios o bonificaciones que tienden a restablecer el equilibrio entre quienes sólo venden el producto terminado y quienes adicionalmente producen bienes y prestan servicios desde el Perú. Es probable que esa diferencia haya empezado a reflejarse en las encuestas y que los peruanos en general se muestren en adelante muy favorables a la inversión extranjera que marque la diferencia, que ofrezca lo que aquí no se ofrece, que traiga tecnología de punta y que contribuya al desarrollo, y, al mismo tiempo, no tengan esa misma posición frente a esa otra inversión foránea que simplemente se beneficia de las liberalidades de un sistema que en ocasiones se olvida de los suyos.
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