DE LUNES A LUNES
El proceso de contratación debe ser objeto de publicidad y difusión con la finalidad de promover la libre concurrencia y competencia efectiva para facilitar su supervisión y control. Es lo que dispone la Ley de Contrataciones del Estado en la amplia y meticulosa relación de principios que la inspiran y que le proporcionan sustento a la actuación de entidades y proveedores. Así como la transparencia exige proporcionar información clara y coherente, la publicidad exige divulgar esa misma información clara y transparente para no dejarla arrinconada sin que sea conocida por un gran número de destinatarios.
Mientras más publicidad haya mayor será la posibilidad
de tener más postores y evitar de ese modo que sólo concurran eventualmente
quienes puedan disponer de información privilegiada respecto de procedimientos
de selección y demás detalles de las convocatorias. O quienes se encuentren más
vinculados a quienes hacen el llamado y que deberán decidir quién es el elegido
para proporcionar los bienes que hay que suministrar, los servicios que se
deben prestar o las obras que se deben construir.
En un principio se anunciaban las licitaciones a
través de bandos y pregones para adjudicarse a través de subastas públicas al
precio más bajo. La idea era poner en conocimiento de la mayor cantidad de
posibles postores el contrato que se iba a licitar para que haya una pluralidad
de opciones para elegir. El método era muy simple, se otorgaba el trabajo al
que ofrecía hacerlo en las condiciones que se requerían al menor precio. Los
requisitos mínimos que supuestamente se exigían no eran muy difíciles de
cumplir para cualquier proveedor. No había mayor avance en este aspecto y se
confiaba mucho en la seriedad con la que cada contratista encaraba los encargos
que se le hacían. No habían malas prácticas y los postores se esmeraban por
ofrecer lo mejor que tenían en sus respectivas carteras y una vez recibida la
adjudicación no dudaban en ejecutar sus trabajos conforme a lo prometido. Cualquier
sospecha de alguna acción ilícita o alguna conducta corrupta era inmediatamente
proscrita cuando no sancionada muy rápidamente.
La historia de las adjudicaciones no ha cambiado mucho
aunque ciertamente se han introducido variables importantes para no dejar todo
librado al monto que se oferta. Hay mecanismos muy extendidos en la actualidad,
es cierto, que privilegian los méritos de los postores y de sus equipos
profesionales o las calidades de sus productos por encima de los valores que
quisieran cobrar por las prestaciones. Incluso hay regímenes que prescinden por
completo de los precios y se concentran únicamente en la calidad y en los
méritos.
La publicidad sí ha cambiado bastante. Primero gracias
a la aparición de la imprenta y los periódicos que permitieron hacer las
convocatorias más formalmente primero a través de publicaciones que se
distribuían como volantes y después con avisos que se insertaban en las páginas
de los diarios de mayor circulación. Luego incluyendo un calendario de
actividades que consideraba de manera central la fecha y hora del otorgamiento
de lo que vendría a ser la buena pro. Más recientemente el internet ha puesto
en funcionamiento un sistema de comunicación de alta fidelidad que hace posible
una cobertura mucho más amplia que cualquier otra, aunque efectivamente
condicionada a aquellos lugares donde el mismo servicio pueda prestarse sin
caídas abruptas e intempestivas que puedan poner en tela de juicio la idoneidad
del sistema para esta clase de procesos.
La idea es rodear a estos procedimientos de las
mayores garantías y no de perforar sus seguridades como lamentablemente parece
haber sucedido con el sistema electrónico que se generalizó en el país como
consecuencia de la pandemia y que al ser vulnerado permitió distorsionar muchas
adjudicaciones al crear un mercado negro destinado a comercializar con los
precios que ofertaban los postores para que el coludido con los facinerosos se
presente con uno más bajo que todos y se haga del contrato en disputa.
Difundir una convocatoria se ha vuelto algo tan
esencial que quienes están habituados a participar en esta clase de
procedimientos de selección tienen personal especializado en rastrear nuevas
oportunidades para el desarrollo de sus actividades. A menudo las detectan
mucho antes de que sean insertadas en los medios habilitados para estos efectos
haciéndoles el respectivo seguimiento desde que se aprueba el plan de
contrataciones de cada entidad con la que aspiran a concretar alguna operación
futura y desde que se pone a andar el presupuesto de cada sector.
Esas acciones, sin embargo, no excluyen la obligación
de darle toda la publicidad posible a la convocatoria para que quienes no han
advertido la inminencia de una licitación sepan que ésta se viene y decidan si
participan en ella. Con independencia de los canales regulares del sistema
electrónico hay organismos internacionales que organizan y administran procesos
por encargo o financian proyectos y adquisiciones y que hacen sus convocatorias
por sus propios mecanismos o a través de los medios de comunicación y no por
eso carecen de la debida difusión ni dejan de llegar a aquellos receptores a
quienes están dirigidas. Con frecuencia son procedimientos más complejos y de
mayor envergadura que capan el interés de los postores más grandes tanto
nacionales como extranjeros.
Entre estas instituciones destacan la Oficina de
Proyectos de las Naciones Unidas UNOPS, el Banco Mundial, el Banco
Interamericano de Desarrollo, la Organización Internacional para las
Migraciones OIM, así como dependencias de otros países que amarran préstamos y suscriben
convenios con algunos Estados y los condicionan a la contratación de
proveedores originarios de sus naciones como requisito para los desembolsos. El
Perú por fortuna desde hace varios años atraviesa por una situación de relativa
estabilidad económica que descansa en el alza de los precios de los minerales y
de las materias primas y que le permite contar con presupuestos para sus
inversiones y por tanto prescinde de estos créditos atados a los que recurrió
con éxito en el pasado como recurren ahora otras naciones, aunque a costa de
contraer más deuda pública.
Con la consolidación de la publicidad el mundo de las
contrataciones también empezó a conocer las malas prácticas que se graficaban en
la difusión de las convocatorias a través de volantes que en lugar de
distribuirse masivamente los encargados de repartirlos los dejan en los tachos
de basura no para dejar de entregarlos a una mayor cantidad de destinatarios
sino atendiendo a una consigna especial o a través de periódicos de circulación
muy restringida con escasas posibilidades de llegar al gran público y al
público objetivo de cada llamado.
Esas conductas revelan otras tantas formas en que se
expresa la corrupción y que se persigue desde entonces pero que ponen de
manifiesto la importancia de la publicidad y la necesidad del delito de cortar
sus canales de difusión para asegurar sus torvos propósitos.
Ricardo Gandolfo Cortés
No hay comentarios:
Publicar un comentario