lunes, 13 de abril de 2020

La menor tasa de mortalidad

DE LUNES A LUNES

El combate a la pandemia desatada por el coronavirus está demostrado que se puede entablar de dos maneras fundamentales: a través del aislamiento masivo o del aislamiento selectivo. En el primer caso, se opta por el confinamiento de toda la población a la que se le impide salir de sus domicilios, salvo situaciones de urgencia. En el segundo, se opta por el confinamiento solo de la población infectada a la que se le impide salir de sus domicilios, sin ninguna excepción.
En el aislamiento masivo hay algunas variables que permiten transitar a las personas que trabajan en la prestación de servicios y la provisión de bienes considerados esenciales, entre los que destacan aquellos relativos a la salud, a la alimentación y a las cuestiones básicas para el funcionamiento de las ciudades. En el aislamiento selectivo la clave radica en la detección temprana de la enfermedad por medio de la generalizada toma de muestras y pruebas así como el control de la temperatura prácticamente en cada esquina.
En el primer caso se condena a la economía a una parálisis severa que puede generar el colapso de muchas personas naturales y jurídicas así como de muchas más que desde la informalidad sobreviven gracias a sus ingresos diarios. Cuando estos se cortan abruptamente o se recortan de manera sustancial aquellos aparentemente formales pueden rápidamente perder sus puestos o negocios y pasar a engrosar las filas, de por sí numerosas, de quienes se desenvuelven al borde de la legalidad, en el precipicio o definitivamente al margen de ella.
En el segundo caso, la economía no sufre ningún embate trascendente y se limita a combatir al virus sin dejar de operar y produciendo a un ritmo casi habitual. Digo casi habitual porque la situación de todas maneras influye en alguna medida, aunque sea mínima, en el funcionamiento de todas las actividades que la mueven.
Para que prospere la fórmula del aislamiento masivo es indispensable que el confinamiento sea cumplido cabalmente. Por eso incluso se decreta el toque de queda prohibiendo terminantemente la circulación de personas y vehículos entre determinadas horas, al empezar cada noche hasta empezar cada día, lo que obliga a sacar a las calles a gruesos contingentes policiales y de las fuerzas armadas, cada vez mayores, para controlar el confinamiento y detener a quienes lo incumplen, generando algunos abusos y excesos como es previsible cuando se les confía a unos efectivos tareas para las que no están preparados.
Para que prospere la fórmula del aislamiento selectivo es indispensable disponer de los fondos suficientes para adquirir las pruebas y para tomar los exámenes señalados a volúmenes muy significativos de ciudadanos. Se necesita de un ejército de médicos, paramédicos, enfermeros, asistentes y voluntarios que tienen, desde luego, un rol mucho más protagónico en esta lucha, a menudo desigual porque los enfrenta a lo desconocido con frecuencia sin el equipamiento más adecuado.
En ambos sistemas hay que aislar a las personas muy mayores que constituyen el grupo de mayor riesgo, hay que evitar aglomeraciones y reuniones de todo tipo. Hay que propiciar el uso intensivo de tapabocas, mascarillas y guantes y alentar que entre una y otra persona en cualquier lugar siempre haya entre uno y dos metros de distancia.
El cierre de centros de enseñanza, restaurantes, cines, teatros y demás establecimientos comerciales es típico del aislamiento masivo. En el aislamiento selectivo no es indispensable que se cierren ni siquiera colegios y universidades porque el contagio se evita confinando sólo a los infectados y adoptando previsiones para acondicionar aulas, laboratorios y bibliotecas para respetar las distancias mínimas entre las personas o priorizando, como ocurre en gran parte del mundo, las clases a distancia a través de las plataformas que internet ha desarrollado.
El aislamiento masivo ha probado tener éxito, a juzgar por la información que se ha divulgado, en China y en países de gobiernos autoritarios capaces de controlar eficazmente a toda la población. Ha fracasado en Italia y en España, que no han podido confinar a tiempo a su gente. El aislamiento selectivo ha probado tener éxito en Corea del Sur, Singapur, Japón y Taiwán así como en aquellos países que ponderan y preservan la libertad de sus ciudadanos. No sabemos cómo terminarán Estados Unidos, Gran Bretaña y México que transitan por esta vía sin mucha convicción y cambiando de sistemas constantemente o combinándolos en sus diferentes estados y gobernaciones. Lo único cierto es que la tasa de mortalidad es menor en aquellos países que eligieron el camino de las pruebas masivas y el confinamiento sólo de los infectados.
La clave en cualquier esquema es detectar la enfermedad en la etapa más inicial posible con lo que se la ataca mejor y con mayores posibilidades de derrotarla. En simultáneo es imprescindible tener la suficiente cantidad de ventiladores y camas de cuidados intensivos como para ubicar a los pacientes que los requerirán.
En cualquier escenario, lo importante es mantener baja la tasa de mortalidad respecto no del número de infectados, que depende siempre del tamaño de la muestra, sino de la población total de cada país. Siempre que, desde luego, se mantenga la economía estable y menos estragados a sus operadores.
EL EDITOR

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