Según la Sociedad de Ingenieros Civiles
Americana en los Estados Unidos hay aproximadamente 617 mil puentes. De ese
total, un poco más de 46 mil, lo que representa el 7.5 por ciento, están en
condiciones estructurales deficientes al punto que ya no requieren un
mantenimiento rutinario sino su sustitución o cuando menos una reparación
integral que concluya virtualmente en un nuevo puente. De esos 46 mil puentes
que están en mal estado, 17 mil corren el riesgo de derrumbarse en cualquier
momento con un fuerte impacto.
Para contrarrestar este peligro inminente hace
cuatro años se promulgó una ley que habilitó 40 mil millones de dólares para la
reparación y reemplazo de puentes en todo el país. El año pasado se autorizaron
subvenciones federales por 5 mil millones de dólares para los mismos fines en
16 estados. Pese a que todas estas partidas son importantes se calcula que para
reconstruir y superar los riesgos con todos los puentes en mal estado se
requiere de 319 mil millones de dólares. Eso quiere decir que todos los fondos
destinados a estos fines apenas alcanzan a poco más del 14 por ciento de la
inversión que se necesita, lo que revela la magnitud del desafío que enfrenta
la infraestructura de puentes en los Estados Unidos de Norteamérica.
Los puentes como cualquier otra estructura
necesitan mantenimiento rutinario y en su momento su reemplazo porque su vida
útil ha terminado. Los expertos refieren que un puente bien construido y bien
conservado puede durar un máximo de 100 años. Con el paso del tiempo las
columnas sobre las que descansa van cediendo y si es un puente construido sobre
un río o sobre el mar lógicamente el deterioro es mucho más rápido.
De ordinario, el mantenimiento rutinario de
los puentes está a cargo de quienes tienen las concesiones de las carreteras
que los comprenden y que deben ocuparse igualmente de la conservación de las
propias vías. Ello no incluye por cierto el retiro de los puentes y su
sustitución por otros o su reparación integral que finalmente es lo mismo. En
ocasiones, los concesionarios no han construido ni las carreteras ni los
puentes y aún en los casos en que los hubieren construido, eso no los
compromete a sustituirlos cuando su mismo uso reclama de sustanciales ajustes.
Es posible que si tales concesionarios tienen
una oficina de obras se les pueda confiar la rehabilitación integral del
puente, como eventualmente también se les puede encargar la reconstrucción de
parte de la vía que exige una reparación que supera toda forma de mantenimiento
y conservación. Pero ambos son tareas independientes y adicionales a las que
puede desarrollar. De lo contrario, se confían en otros contratistas
especialmente dedicados a ellas.
La
reflexión es válida en circunstancias en que suele responsabilizarse a quienes
deben mantener y conservar puentes y carreteras por fenómenos naturales o
envejecimiento de la infraestructura y de riesgos inminentes que escapan de los
alcances de sus contratos y por consiguiente que escapan de sus
responsabilidades.

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