lunes, 4 de marzo de 2019

Empoderar a los funcionarios públicos


El hecho de que las entidades pierdan la mayoría de sus arbitrajes no es indicio de ninguna clase de corrupción, de ningún delito o de ninguna mala práctica. En el Poder Judicial y en todas partes también sucede lo mismo. La abrumadora mayoría de las veces ganan quienes demandan, que para eso es que reclaman. Los casos en los que quienes son demandados voltean el proceso y revierten o reconvienen con éxito, son los menos. Y es lógico que así sea, en circunstancias normales. Más aún en los arbitrajes con el Estado, en los que en el 95 por ciento de los casos quien demanda es el particular  y en los que en el 75 por ciento de los casos lo que reclama es que se le reconozcan derechos sobre los que las entidades prefieren no pronunciarse por temor a las acciones de control de sus propios órganos internos.
Si se empodera a los funcionarios públicos, se les impide que dilaten y encarezcan innecesariamente procesos en los que su posición no tiene ninguna posibilidad de prosperar, como pretenden las últimas modificaciones legislativas, y se les garantiza a ellos mismos que no serán cuestionados por las decisiones que adopten, se sincerará el número de arbitrajes y sólo los verdaderas controversias escalarán a estas instancias.
Si en el camino se prohíbe recusar sin fundamento, recurrir al Poder Judicial sin razón alguna, presentar articulaciones sin sustento y presionar a los árbitros como se está haciendo en la actualidad para que tuerzan el sentido de sus votos, se habrá avanzado positivamente. No se puede contrarrestar los delitos perpetrando otros.

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