lunes, 4 de marzo de 2019

Deficiencias del proceso para elaborar un expediente técnico


DE LUNES A LUNES

De las deficiencias y omisiones del expediente técnico no siempre es responsable el proyectista que lo elaboró. Es probable que en la mayoría de los casos las causas no le puedan ser atribuidas a él. El procedimiento de selección, por ejemplo, a menudo se convoca con un presupuesto manifiestamente insuficiente para el objeto que se persigue. Es habitual que se requieran una serie de pruebas, exámenes, inspecciones, perforaciones y análisis de suelos que no son cuantificados como corresponde y que obligan a hacerlos sin el rigor necesario para minimizar las variaciones que tendrá que experimentar en el futuro.
Añádase a ello el hecho de que el consultor deberá presentar una oferta que no supere el noventa por ciento del valor referencial consignado por la entidad que solicita el servicio pues de lo contrario queda automáticamente fuera de carrera habida cuenta de que la calificación económica asigna la más alta puntuación a la propuesta que ofrezca el precio más bajo, pero hasta ese límite.
Es frecuente, de otro lado, que la elaboración de los estudios definitivos se convoque bajo el sistema a suma alzada incluso para el caso de obras viales y de saneamiento, lo que hasta el 30 de enero estaba prohibido en el entendido de que resulta imposible tener definidas al detalle todas las cantidades, magnitudes y calidades de la prestación. El impedimento se interpretaba, equivocadamente por cierto, limitado a la ejecución de obras y no se aplicaba, como decía ser, a todos los estudios de ingeniería por un elemental sentido de razonabilidad a fin de evitar la proliferación de modificaciones.
Otro error reiterado es fijar plazos muy cortos para la terminación de los estudios con lo que se le imprimen a los servicios un ritmo que puede llegar a perjudicar su mejor desarrollo habida cuenta de que el proyectista prioriza el cumplimiento de su calendario ajustado en lugar de priorizar la realización de un trabajo serio y bien meditado.
La experiencia que se le reclama al personal propuesto, por otra parte, se ha ido de un extremo a otro. Hasta no hace mucho se exigían estudios de post grado, maestrías y doctorados así como varios años en el desempeño de funciones equivalentes para posiciones que no necesitaban de mayor preparación académica o laboral. Ahora se han reducido esos requerimientos a niveles mínimos al punto que ya no se pida más que una experiencia muy breve y una formación casi elemental. La solución está a caballo entre una y otra fórmula, naturalmente, pero básicamente en función de cada cargo, de la especialidad y de la obra de que se trate.
Por último, es indispensable que la supervisión de la elaboración de los estudios también se haga en forma independiente y que no se les agregue esta responsabilidad a los funcionarios públicos que tienen otras obligaciones ordinarias que cumplir. Contratar a terceros para estas tareas permite una más eficaz interrelación con el consultor y garantiza óptimos resultados.
Es posible que la ejecución del proyecto se inicie después de varios meses o –peor aún– después de varios años de que se haya concluido el expediente técnico y en circunstancias en las que la morfología del terreno inevitablemente ha cambiado, en las que el curso de los ríos se ha desviado de su cauce tradicional, en las que los sismos, huaycos y demás fenómenos de la naturaleza han ido dibujando una realidad distinta de aquella que fue evaluada en sus orígenes. ¿Qué culpa puede tener de todo esto el proyectista? Ninguna, obviamente.
En esta hora de satanizaciones y generalizaciones es oportuno reflexionar en voz alta sobre estas deficiencias del proceso para elaborar un expediente técnico que algunos desconocen o no quieren reconocer a fin de superarlas a la brevedad posible, con buen criterio y con el ánimo de alcanzar un mejor producto.
EL EDITOR

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