Por más buen arquero que seas no te puedes pasar
el campeonato tapando todos los disparos. Cuando menos lo pienses te perforarán
la valla. De ti depende que no sea el gol de oro que consagre al campeón o que
mande al descenso a tu equipo. Si has atajado de todo y has jugado regularmente,
estarás más cerca de lo primero que de lo segundo, obviamente. Pero no te
confíes.
La reflexión, escuchada esta semana con alguna
variante a un distinguido congresista, se formuló a propósito de los periódicos
intentos legislativos para cercenar la competencia y la jurisdicción arbitral,
para hostilizar a los árbitros, para amordazarlos y maniatarlos. No hace mucho
se los quiso involucrar en la posibilidad de incurrir en prevaricato. Más
recientemente se los pretende convertir en funcionarios o servidores públicos,
según un proyecto que se comentó en nuestra última edición. El objetivo es
hacerlos pasibles de responsabilidades administrativas, civiles y penales y de
ponerlos finalmente bajo el imperio de la Contraloría General de la República y
sus órganos de control institucional.
Queda claro que te toca pasar a la ofensiva y
cambiar de posición. Juega de delantero e invierte la metáfora. Empieza tú a
lanzar los tiros y verás que en menos de lo que pienses terminarás anotando un
gol. Tu meta es fortalecer al arbitraje. Dejar de defenderlo de esos ataques
injustos y robustecerlo poniendo el marcador a su favor.
Un intento es ese que lanzamos la semana pasada, propuesto
originalmente en junio: Descongestionar la carga procesal del Poder Judicial
ampliando la jurisdicción y competencia arbitral. Derivar hacia el arbitraje la
mayor cantidad de litigios que actualmente se ventilan en la vía ordinaria con
el fin de aminorarle su carga procesal y concentrar ésta en resolver los
problemas de aquellos que no tienen recursos para hacerlo en una instancia
privada.
Así entregarás tu valla invicta y quizás logres
meter tú el gol que necesita tu equipo.
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