DE LUNES A LUNES
No
es correcto cuestionar las bases de un proceso de selección cuando este ya ha
concluido y se han divulgado sus resultados. Si algo parece no ajustado a las
normas o a las prácticas usuales o más recomendadas, lo correcto es hacer el
cuestionamiento durante la etapa de consultas o de observación a las bases. Lo
contrario podría hacer creer que se cuestionan las bases solo porque se ha
perdido porque naturalmente no las cuestiona el que ha ganado. Si ese que ha
perdido hubiera ganado, desde luego, que no cuestionaría nada. Lo importante es
conducirse con corrección.
Lo
mismo sucede con las calificaciones de las propuestas. Hay procesos en los que
se opta por hacer una calificación lo más objetiva posible al punto que se
omite deliberadamente la evaluación de factores referidos al objeto del
contrato que en muchos otros procesos resultan determinantes. Esa manera de
evaluar puede no resultar correcta para algunos. Si es así, los que así piensan
están en plena libertad de formular sus objeciones durante la etapa prevista
para ese efecto. No pueden hacerlo cuando el proceso ya ha concluido.
Quienes
eligen esa manera de evaluar concentran toda la calificación en la experiencia
del personal que se ofrece para el desarrollo de la prestación, que debe
cumplir ciertos requisitos muchas veces excesivos, lo cual también debe ser cuestionado,
si les parece, antes de la presentación de sobres. También concentran sus
baterías en la capacidad del postor como tal, en su capacidad financiera y en
la facturación que haya tenido en contratos anteriores lo que demuestra su
experiencia específica en la materia que es objeto de la convocatoria.
Esas
exigencias, según algunos, convierten los procesos en un concurso de precios en
el que gana el postor que ofrece el monto más bajo. Eso no es cierto. Porque
los procesos así convocados ponen en evidencia que del total de proveedores que
se inscriben como potenciales postores, solo un porcentaje muy reducido termina
presentando ofertas y un porcentaje todavía más pequeño termina superando las
evaluaciones preliminares para llegar muy pocos a la apertura de propuestas
económicas.
¿Está
mal que se adjudique a la propuesta económica más baja cuando hay un porcentaje
mínimo de postores que han llegado hasta el final pasando por todos los filtros
o empatando en la calificación técnica por haber cumplido con todas las
exigencias? ¿Prefieren el sorteo? ¿Prefieren que se discriminen las ofertas con
criterios de dudosa eficacia?
Hay
casos, desde luego, en los que es imprescindible saber cómo enfocará el trabajo
el postor, con qué recursos lo hará y qué iniciativas tiene para mejorar el
expediente que sirve de base para el proceso. Pero hay otros en los que el
trabajo es uno solo y no hay espacio para introducir cambios y dar rienda
suelta a la imaginación de cada quien. Dejar esos espacios, en tales
circunstancias, más bien puede prestarse a algunas malas interpretaciones.
Mejor no hacerlo. Y si no se dejan espacios, no cabe reclamar cuando el proceso
está concluido y ya todo está consumado.
En suma, no hay que llorar sobre la leche derramada.
Ricardo Gandolfo Cortés
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